Hay cineastas a los que les llega un momento en su carrera en que necesitan salir al exterior, debido a que ya son conocidos fuera de su país. El alemán Tom Tykwer se internacionaliza con un título que parece hecho expresamente para abrir las fronteras cinematográficas, lo que no quiere decir que tenga que pasar necesariamente por Hollywood. «The International» es una coproducción planteada desde Alemania y que se presentó en la Berlinale. Basta con rodar en inglés para entrar de lleno en el mercado anglosajón, a pesar de que a los norteamericanos les cueste entender el acento de Armin Mueller-Stahl. Son cosas de la globalización, porque esta es una película pensada para la actual coyuntura mundial, por más que su director se empeñe en decir que fue escrita antes de que estallara la crisis económica. Da lo mismo, puesto que los espectadores de todas partes van a ver en ella un reflejo del recelo que en estos momentos despiertan las grandes corporaciones bancarias.

«The International» arranca en la nueva flamante estación ferroviaria de Berlín, para ir saltando luego a Milán, Nueva York y Estambul. Es un recorrido de lo más cosmopolita que sugiere los cambios de escenario habituales de la saga Bond, en sus últimas entregas contagiadas del estilo cinematográfico de la saga Bourne. De ambas se nutre Tom Tykwer para viajar con el sentido de la elipsis que permite el cine, si bien su mirada es muy distinta de la que se suele reflejar en las producciones de Hollywood. Su punto de vista es cien por cien europeo, haciendo desaparecer así el aire deprimente que suelen tener las rápidas y superficiales visitas extranjeras al viejo continente. Para huir del tópico, presenta una Europa trepidante y moderna, gracias a unas localizaciones muy escogidas que destacan por una configuración arquitectónica brillantemente plasmada sobre planos compuestos de forma muy armoniosa.

El cuidado de la puesta en escena contrasta con algunas debilidades de guión, tal vez porque dentro de las tramas conspirativas se ha contado casi todo y se dan muchas cuestiones por sabidas. El guionista Eric Warren Singer no pretende enseñar nada a Ian Fleming, Frederick Forsyth, John Le Carré, Tom Clancy y los demás novelistas que han sentado cátedra sobre conspiraciones internacionales. Al tener entre manos un material de tal guisa, Tykwer adopta la dinámica narrativa que tenían las películas de los 70, las que dirigían Pakula o Frankenheimer. El thriller resultante utiliza la extendida idea del abuso de poder en términos abstractos, concediendo a los diálogos la misma importancia que se les daba entonces, para utilizar las secuencias de acción en el instante preciso y a modo de culminación. El problema es que lo qué se dice puede sonar en ocasiones a discurso vacío, de no ser por las referencias que sitúan al espectador ante una realidad reconocible. Las siglas elegidas para nombrar al banco con sede en Luxemburgo, que opera en países del tercer mundo para influir en su política a través del tráfico de armas y el manejo de la deuda externa, son IBBC, traducibles por Banco Internacional de Negocios y Crédito. Se parecen demasiado a las verídicas del Banco de Crédito y Comercio Internacional.

«The International» consigue impactar con la ya celebrada secuencia del tiroteo en el museo Guggenheim de Nueva York, que tiene la virtud de mostrar una acción violenta plena también de significado.

El hecho de que en el interior de un símbolo de la cultura occidental se produzca una situación tan bárbara sirve de analogía, ya que de igual manera la espectacular fachada de la banca internacional esconde el lavado de dinero sucio, empleado con fines conspirativos en países de economía inestable.