CRÖNICA Amianto
Un mineral cancerígeno que «hemos tragado a punta pala»
El doctor Carlos Piñeiro subraya que es una realidad que durante décadas se ha utilizado el amianto, un mineral cancerígeno que años después de estar expuesto a él puede generar enfermedades en el ser humano tales como asbestosis, mesotelioma o cáncer de pulmón y que, como dijo un participante en la conferencia, «hemos tragado a punta pala».
Amaia ZURUTUZA
Avaricia empresarial y advertencia ignorada fueron algunos de los elementos mencionados por Carlos Piñeiro Díaz, médico de familia de Naron (Galicia), investigador de enfermedades relacionadas con el amianto y perito de la Asociación de Víctimas del Amianto de Galicia, para explicar el uso continuado del mineral cancerígeno en el transcurso de la conferencia que, bajo el título «El amianto mata», organizó el comité de empresa de CAF-Beasain. El amianto es un mineral que procesado adquiere la forma de fibras muy pequeñas y tiene grandes propiedades físicas y químicas. En 1879 se inició su producción comercial como material de aislamiento. Su uso se multiplicó en las construcciones, alcanzando el pico de su utilización hacia 1965.
El problema es que todos los tipos de amianto son dañinos para el ser humano, que puede enfermar de asbestosis, cáncer de pulmón o mesotelioma, u otros cánceres. La aparición de síntomas a su vez se alarga desde los diez hasta los cuarenta años desde la exposición.
Dijo que muchas empresas, también vascas, utilizaron este producto en sus instalaciones por toneladas. Definió el uso de este «incombustible mortal a bajo coste» como la expresión de la avaricia empresarial. Las denuncias siguen hoy en día.
El estado español, a la cola
En 2002, bastante más tarde que otros paises europeos, el Estado español prohibió su uso. Dinamarca adoptó medidas en 1972, Gran Bretaña y el Estado francés en 1975, Suecia en 1986 y Finlandia e Italia en 1992. Dijo que se permite su uso en 0,1 fibras por centímetro cúbico.
Piñeiro afirmó que los trabajadores que estuvieron expuestos al amianto lo estuvieron a entre 100 y 300 fibras por centímetro cúbico. Además muchos de ellos llevaban los trajes del trabajo a sus casas, hecho que ha podido afectar a sus mujeres o hijos.
En los cines Usurbe, donde se celebró la conferencia, la preocupación era palpable, con la presencia de muchos jubilados de CAF, que en la fabricación de ferrocarriles utilizó amianto. Y es que Piñeiro señalo que en Galicia empezaron a trabajar hace cuatro años con 62 afectados. Ahora trabajan con 3.428. Subrayó la necesidad de identificar dónde se utilizó, elaborar censos, hacer un diagnóstico, invertir en tecnología; en definitiva, abordar el problema «porque la población lo merece».
Múltiples advertencias
Hace ya casi 2.000 años, Plinio El Viejo describió la enfermedad de los pulmones de los esclavos que tejían ropa de amianto o que eran explotados en las minas de ese mineral. En 1897 un médico vienes escribió que los problemas pulmonares tenían relación con la inhalación de amianto.
En los años 30 del siglo pasado en un congreso en EEUU varios médicos alertaron de una mayor mortalidad entre los trabajadores del sector ferroviario. En 1964 la Academia de Ciencias de Nueva York organizó una conferencia para advertir de los peligros del mineral, pero la presión de la industria freno la iniciativa. En los 60 se lanzaron los primeros avisos de que se estaba ante un problema serio.
Piñeiro señalo que se conocía la peligrosidad del amianto y lo calificó de «advertencia histórica ignorada», además de señalar que «resultaba caro adoptar medidas». Hablaríamos pues, como dijo Piñeiro, de una «cronología de una muerte anunciada». La realidad es que nos encontramos con miles de traba- jadores que durante años, como dijo un participante en la conferencia, «hemos tragado amianto a punta pala, la verdad».
Y siguieron las intervenciones con menciones a mujeres o hermanos enfermos que trabajaron en ésta y aquella empresa expuestos al mineral cancerígeno. Y desgraciadamente más de uno preguntaba, ¿qué podemos hacer?