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Teatro para «liberar» a los niños palestinos de los campos de refugiados

Bisam se toma muy en serio su papel. Para esta palestina de 13 años, subirse al escenario supone recobrar su inocencia de niña y olvidarse por unos momentos de la dureza de la vida del campo de Yenín, en la Cisjordania ocupada. Ella es uno de los niños del Teatro de la Libertad.

Djallal MALTI | CAMPO DE JENINE

«Actuar me ha ayudado a ser más fuerte y a liberarme de mis angustias -explica Bisam-. Antes, tenía problemas de locución, hablaba demasiado rápido. He aprendido a escuchar y a ser paciente», añade mientras repite una escena del «Flautista de Hamelín» que preparan estos días. Situado en el campo de refugiados de Yenín, un laberinto de calles pobres y polvorientas, el Teatro de la Libertad ofrece a los niños un espacio de experimentación y de juego que les ayuda a expresarse y a recuperar la confianza, a pesar del conflicto en el que viven. «Los niños lo adoran. Es el único lugar donde pueden jugar con su imaginación y con sus sentimientos», explica Nabil al-Raï, de 32 años, actor y coordinador del teatro. «Aquí, pueden sentirse libres», agrega.

Además del teatro, los niños pueden iniciarse en la informática o en el periodismo, y sacar provecho de los libros, cedés y DVDs de la biblioteca, objetos de gran valor en la pobreza del campo. Todo ello está financiado con donaciones o por asociaciones internacionales. El último espectáculo, «La granja de los animales», de George Orwell, fue todo un éxito, al que asistieron millares de niños de Yenín y alrededores.

La idea se inspira en el Teatro de las Piedras fundado por Arna Mer-Khamis (1930-1995) en Yenín durante la primera Intifada (1987). Para esta israelí, firme militante de la paz, se trataba de crear un espacio preservado donde los niños escaparían de la violencia del conflicto y de la ocupación. «Lo más importante es devolverles su imaginación, darles una voz», prosigue Nabil al-Raï. «Los niños de aquí no pueden ir al mar, ni hasta el vecino mar Muerto. Están en una gran prisión», agrega.

Los habitantes de Yenín no pueden circular libremente debido a los numerosos check-points del Ejército israelí, los controles y caminos cerrados, y la ciudad ni siquiera tiene un parque público que ofrecerles. «Los niños son las primeras víctimas del conflicto», confirma Michaela, una joven portuguesa que enseña mimo. «Se enfrentan a una gran violencia sicológica».

Destruido en 2002 en una operación del Ejército israelí contra los grupos armados palestinos, el teatro volvió a funcionar gracias a Juliano Mer, el hijo de Arna y realizador del documental «Los niños de Arna», quien contó con el apoyo de Zakaria Zoubeidi, jefe de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa. Para este último, se trata de mantener viva la resistencia. «A través del teatro, queremos mostrar en el mundo que somos un pueblo ocupado».

Pero el teatro tiene también sus opositores. El 15 de abril unos desconocidos intentaron prenderle fuego. «Extremistas para los que el teatro, el cine y la música son unos elementos destructores de la lucha de liberación palestina», en opinión de la dirección del teatro. Para Nabil al-Raï, el papel del teatro consiste precisamente en «preservar una identidad cultural que los palestinos estamos perdiendo a causa de la ocupación».

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CONSTRUCTIVO

«Cuando llegan, no saben escuchar. Gritan, no logran concentrarse, se cansan enseguida. Tratamos de inculcarles la libertad de pensar en ellos mismos, de hacer algo constructivo mientras la gente ahí fuera muere», explica Michaela, una portuguesa que enseña mimo.

ORIGEN

El Teatro de la Libertad se inspira en el Teatro de las Piedras fundado por la israelí Arna Mer-Khamis durante la primera Intifada. Destruido en 2002 por el Ejército israelí, Juliano Mer lo volvió a poner en marcha con apoyo de Zakaria Zoubeidi, jefe de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa.

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