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El cobrador sin frac

«25 kilates»

Mikel INSAUSTI

Siempre es motivo de alegría descubrir a un nuevo valedor de las películas de género, más en concreto de ese cine negro que nunca termina de encontrar una continuidad en el mercado interior. La ópera prima de Patxi Amezcua tiene mucho mérito, como lo tuvo en su momento «La caja 507» de Enrique Urbizu, porque son ejemplos aislados de un tipo de thriller convincentemente enraizado, sin necesidad de copiar a los modelos norteamericanos. «25 kilates» ha sido recompensada en varios festivales de puertas adentro, aunque me parece un producto exportable y que debería ser conocido en el exterior. Es todo lo contrario de «Vicky Cristina Barcelona», tanto en cuanto no contiene un solo plano turístico de Barcelona, y así la ambientación nunca se come a la historia, la cual reúne un más que sobrado interés por sí misma. Son localizaciones marginales como las de cualquier otro sitio, lo que facilitaría en gran medida la realización de un remake anglosajón. La verdadera importancia reside en el fondo de los personajes y su modus vivendi delictivo.

Patxi Amezcua figuraba hasta ahora en los créditos como guionista, mientras que su experiencia en la realización se reducía a un cortometraje. Tal vez por ello no sorprende tanto lo bien que está trabajado el guión, pero sí llama la atención, en cambio, la estilizada puesta en escena y una dirección de actores remarcable. De no saber que es su primer largometraje diría que detrás de «25 kilates» hay un cineasta con oficio, sensación a la que colabora el profesionalísimo reparto. La tipología policial o mafiosa está servida por secundarios con la probada eficacia de Héctor Colomé, Manuel Morón o Joan Massotkleiner. La pareja estelar también cumple a la perfección, superando el escollo que suele suponer una relación marcada por la diferencia de edad. Aida Folch le echa a su personaje el arrojo suficiente para parecer más madura de lo que es, como si hubiera crecido en la calle y el robo no tuviera secretos para ella. Gracias a ese impulso la relación con Francesc Garrido funciona, en la medida en que él sabe encajar los golpes gracias a su pasado de boxeador. Lo único que chirría un poco son las explicaciones sobre su situación sentimental, cuando relata cómo perdió a su mujer en un accidente de tráfico por conducir en mal estado.

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