CRíTICA teatro
La escuela y la vida
Carlos GIL
Los chicos de preuniversitario en una escuela privada inglesa aprenden del programa reglado y de las extravagancias de un viejo profesor que a algunos, además, les enseña o les previene de lo que puede suceder en la vida, en las pulsiones sexuales de cada uno. Ocho alumnos y el profesorado, todos ellos perfectamente interpretados, en busca de un objetivo: entrar en las universidades de referencia, sin importar el valor del sacrificio ni de los propios conocimientos. En ello se empeñan, pese a que el profesor tenga intereses más poéticos y trate a sus alumnos con una cercanía que le lleva incluso al repudio desde la dirección y a colocarle otro profesor con métodos más pragmáticos.
Se trata de un texto muy bien estructurado, coral, que permite unos juegos espaciales y espectaculares muy bien aprovechados en este montaje y dirección que procura dosificar las emociones de manera sabia para que aquello que va sucediendo con un ritmo narrativo endiablado vaya abonando el terreno donde quepan todas las salidas, y aunque sea la más descabellada, la más forzada, se convierte en la más sentimental en el final infeliz pero que redime a todos los personajes de sus pecados. Si en primera estancia nos habla de la educación, tiene otro fondo, una música que va subiendo levemente de volumen como un canto gay, tratado con una exquisita delicadeza y verismo, lo que dota ala obra de otro aliciente.