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Mayo con sus florecillas

Ines INTXAUSTI

Crítica de televisión

Murió Javier Ortiz hace unos días. Ortiz fue cotertuliano en «Pásalo». Y no utilizo el pasado por difunto, no. El año pasado, después de muchas tardes, el periodista donostiarra tuvo un encuentro ciertamente vehemente con Iñaki López y abandonó la sobremesa para siempre. Y ahora sí digo para siempre porque se acaba definitivamente de ir. De no haber abandonado este mundo sin probar pipas (ni las Facundo) quizá hubiera vuelto por Galdakao de nuevo. Por lo leído ya hizo las paces, o algo así, con el portugalujo en su momento y en el blog. También dejó su obituario escrito en el mismo sitio. Certero, quién mejor que uno mismo para escribirlo ¿verdad? Mucha gente lo hace pero no sale a la luz. Y en la última línea un acto de generosidad extrema: Ortiz, el muerto, deja un puesto de trabajo para los demás. No es el primero que tiene un detalle semejante. Algunos suicidas han dejado por escrito el mismo deseo: dejar sitio libre para otros. Y los suicidas sí que son valientes e indudablemente generosos en este ámbito.

Mucho más que los que, evidentemente, amplían el espacio natural, de muerte involuntaria como, quizá, lo hagamos usted y yo, oiga de Dios. Hoy no hay diferencias entre famosos y desconocidos. Cualquiera tiene un blog para escribir su propio obituario cuando quiera y si está inspirado, el de el resto de su comunidad. «Fulanito, el del 5º dcha. era un imbécil. No lamentemos su muerte hipócritamente que bien que se escaqueaba de barrer la escalera cuando fuera y bla, bla, bla». En serio. Da un poco de yuyu todo esto.

Soy adicta a unas bloggers escandinavas maravillosas gracias a una mujer bilbaína que también lo es. La intimidad es sagrada en todos ellos y he visto las cosas más bellas de estos últimos días en esas conexiones. Como Internet en su origen era una gran bola de mierda, el mundoblog también lo es ahora mismo. Solamente hay que esperar a que el polen y el polvo de estrellas vuelvan a posarse en sus lugares naturales para volver a respirar sin mascarillas.

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