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CRíTICA teatro

Una de fantasmas

Carlos GIL         

Una obra con fantasmas tiene muchas posibilidades de convertirse en una fantasmada. Así sucede en este juguete para actor y acompañante donde el talento se pone al servicio de lo más eficaz y comercial sin perder la compostura. El actor es Paco León, que hace un buen trabajo interpretativo, que da consistencia a una situación inverosímil. El actor debe luchar contra el personaje de la serie televisiva que le ha dado fama, de tal manera que nada más aparecer, sin abrir la boca, sin hacer ni un gesto, una parte del público se ríe. Y cualquier otra cosa que haga, buena, mala, regular, con intención chistosa o simplemente como desarrollo de la situación es tomada como una incitación a la carcajada, lo que logra crear un ambiente que condiciona y que lleva al propio actor a buscar en los momentos de bajada de intensidad el guiño para retomar esa comunicación, yo diría que irracional.

La actriz es Maripaz Sayazo y debe hacer dos papeles, los sabe diferenciar y le da mucha fuerza a la propuesta que parte de un texto flojo, con una historia verdaderamente simplista, con una dirección a favor de actor y en un espacio obvio iluminado de manera básica para conseguir el objetivo principal que es el entretenimiento vacío del público menos exigente, que en la representación que se menciona llenó la sala y celebró efusivamente todos los gags verbales, gestuales, físicos o de elementos escénicos. Todo al servicio de una obra menor de un humor tan blanco que parece azul conservador.

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