Nepal no encuentra la salida al laberinto
El primer ministro de Nepal, el maoísta Pushpa Kamal Dahal, más conocido como Prachanda, presentó ayer su dimisión en el último capítulo de una crisis de gobierno que coloca el proceso de paz en el país asiático ante un nuevo riesgo de colapso. Apenas un año después de la proclamación de la república, que terminaba con dos siglos de monarquía absoluta, el proceso de democratización del país circula por una estrecha vía, lastrado seriamente por pesadas servidumbres del pasado que hasta el momento impiden el despegue definitivo del nuevo modelo político.
La sucesión de hechos que ha desembocado en la dimisión del histórico líder guerrillero nepalí surge del enquistado enfrentamiento entre el joven Gobierno nacido de las urnas y la cúpula militar heredada de la monarquía, por el futuro de los guerrilleros maoístas. Los acuerdos de paz de 2006, que cerraron una década de cruenta guerra civil, contemplaban, entre otros extremos, la integración de 19.000 combatientes maoístas, ya desarmados, en el Ejército regular. La reiterada negativa de la jerarquía militar a aceptar una integración avalada incluso por la ONU ha desembocado finalmente en el cese fulminante del general Rookmangud Katawal por parte del primer ministro, Kamal Dahal, una decisión que a su vez ha sido revocada por el presidente del Gobierno, Ran Baran Yadav. Este hecho, considerado inconstitucional por el Partido Maoísta, ha motivado la dimisión del líder del Gobierno, quien denuncia así la creación de un contrapoder al margen de la Constitución, que otorga al presidente poderes que no le corresponden, dado que éste tan sólo dispone de funciones testimoniales y está obligado a acatar las decisiones del Gobierno.
Como se puede comprobar, el páis asiático deambula por un intrincado laberinto político cuya salida no acaba de encontrar la recién nacida democracia. Un pasado reciente marcado a fuego por la violencia y una transición convulsa e incierta amenazan un futuro para el que sólo cabe un camino: blindar los acuerdos que dieron origen a la paz, para que ésta no desaparezca.