Raimundo Fitero
Las tribus
Sardá ha conseguido un pequeño, pequeñísimo respiro convirtiendo «La Tribu» en un revival de «Crónicas marcianas» en el horario de noche alta de los martes después de «Hospital central». Si encontramos en su última entrega en la noche de los viernes una suerte de resurrección, en esta última entrega, sentimos una sensación extraña, se nos mostraba constantemente como una expresión total de la decadencia. Lo percibimos apretado, sin recursos, con sus colaboradores saturando los tópicos y haciendo de Eurovisión un tema tan manido, aburrido y desubicado que solamente se puede entender como una desesperación ya que David Bustamante ni vende discos ni puede subir la audiencia ni interesa lo que piensa o lo que diga. Bueno, propuso una solución ideal para que algún cantante español pudiera o pudiese ganar ese festival o concurso algún día: que se pudieran presentar Catalunya, Euskadi, Cantabria, etcétera. Una solución independentista para la unidad española en una canción. ¡Qué empanada!
Justo a la misma hora Buenafuente con su pequeña tribu demostraba estar mucho más ágil, con un formato más moderno, más interesante, aunque tenga menos audiencia, y eso es lo curioso. Y pese a tener dos invitados que invitan a mirara por el retrovisor, Julio Salinas, uno de los pocos que hoy, sea cuál sea el resultado podrá sacar pecho y a Chiquito de la Calzada. El mejor. Realmente el único que en los últimos años ha proporcionado un estilo, un lenguaje, una manera de hacer un humor muy personal pero que trascendió, arrastró a sus modos a otros humoristas y llegó a la calle, a las cuadrillas. Un finstro que nos dejó un chiste de regalo: «me encontré a un amigo por la calle y me dijo que está tan mal la cosa, que fríe los huevos con saliva».
Aunque la tribu más señalada es la que en Cuatro utilizan para hacer un mal espectáculo. Los nativos que aparecen en «Perdidos en la tribu» dramatizan su situación, se disfrazan para salir en la tele, utilizan chabolas de parque temático que no son sus viviendas, les pagan un precio ridículo, por lo que además de desnaturalizarse son explotados. Seguiremos el caso. El programa es, por cierto, absurdo.