El Kremlin hizo públicos ayer sus objetivos estratégicos para mantener la seguridad del país. Manteniendo la identificación de EEUU como la principal amenaza exterior, destaca, por vez primera, la necesidad de reformas económcas como el gran desafío interno de Rusia.

La Estrategia de seguridad nacional de Rusia hasta 2020 explicita las ambiciones de Moscú, que aspira a volver a convertirse en una «gran potencia ahora que las consecuencias de la crisis política y económico-social de finales del siglo XX han sido superadas».

Sin sorpresas, el documento aprobado ayer por el Kremlin presenta a EEUU y a la OTAN como la principal amenaza para Rusia y para el mundo.

«Las debilidades de la arquitectura internacional y regional, que está orientada casi exclusivamente hacia la OTAN en la región euroatlántica (...) constituyen una amenaza creciente para la seguridad internacional».

El Consejo de Seguridad ruso, que ha revisado el texto, ha puesto el acento en el proyecto de escudo antimisiles de EEUU en Europa Oriental, presentado como una «amenaza para la seguridad» de Rusia.

Para Moscú, Washington busca asegurar y consolidar su supremacía en el campo militar, lo que implica el riesgo de una nueva carrera armamentista.

En este contexto, Rusia mantendrá «la paridad con EEUU en el dominio de las armas nucleares estratégicas», manteniendo siempre «una política internacional racional y pragmática».

Dependencia económica

Los observadores destacan la primacía que otorga el documento a los problemas económicos y sociales.

Según el documento, la seguridad de Rusia pasa por una reducción de su dependencia económica exterior. Califica de «riesgos principales el mantenimiento de un desarrollo económico basado en la exportación de materias primas» y la «fuerte dependencia (rusa) de la coyuntura económica internacional».

Todo apunta a que Rusia sufrirá una fuerte recesión este año por la crisis global y el correspondiente desplome del precio de las materias primas.

En esta situación, el documento alerta contra «una posible acumulación de los problemas sociales». En esta línea, se marca como objetivos primordiales la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos y la reducción de la desigualdad, así como el cambio «en profundidad de la situación demográfica» en un país que ha perdido 5,8 millones de habitantes desde el año 1993.

Pese a todo ello, Moscú se fija como objetivo estratégico convertirse para 2020 en «uno de los cinco primeros países del mundo en términos de producto interior bruto».