El lingüista compositor
Mikel CHAMIZO Crítico musical
La Institución Príncipe de Viana parece estar ligada al destino de Agustín González Acilu, pues la entidad que ayer concedió el premio al compositor altsasuarra fue también la que lo becó en su juventud para ampliar su carrera musical a un ámbito europeo, enviándolo a París. Mucho ha llovido desde entonces y Acilu, hoy octogenario, tiene a sus espaldas un catálogo de obras, cuando menos, heterogéneo. Sus bizarras creaciones de los últimos años han dejado un tanto perplejos a los críticos de música contemporánea, que no pueden evitar compararlas con algunas de las soberbias páginas que firmó Acilu en su juventud. Y es que piezas como «Asschermittwoch», el «Canto de las Lesbianas» o «Arrano Beltza» se cuentan entre los experimentos más excitantes que salieron de las mentes de los miembros de la llamada Generación del 51, que aglutinó a autores completamente diferentes en estilo aunque con un interés vanguardista común. Esas obras, y toda la parte más alabada del catálogo de Acilu, tienen un denominador común: la investigación lingüística. Durante muchos años Acilu centró su interés en el análisis fonético y fonológico de diversas lenguas, y en las consecuencias musicales extraíbles de ese análisis. Y aunque investigó en torno a muchas lenguas, el euskara ha tenido siempre un papel central en su producción, fruto de un declarado interés por los estudios de lingüistas como Severo de Altube, Ambrosio Zatarain, Koldo Mitxelena y pensadores en torno al euskara como lmanol Mujika o el propio Jorge Oteiza. Acilu fue pionero en la aplicación musical de teorías lingüísticas, junto a autores de la talla de Luciano Berio o Luigi Nono.