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Un partido para la Historia

El «karma» de Guardiola pudo al frenesí de Caparrós

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Ramón SOLA | IRUÑEA

Los dos entrenadores utilizaron recetas muy diferentes para llegar a este partido. La consigna de Caparrós era tensión; la de Guardiola, relajación. Las circunstancias previas de cada uno mandaban. El Athletic llevaba dos meses cargando pilas para este partido, relegando la Liga a segundo plano; el Barça llegaba acuciado por una serie de partidos de la máxima exigencia. Los bilbainos estaban en Valencia desde la víspera, pero los catalanes no viajaron hasta ayer por la mañana. El Athletic se entrenó el martes a la tarde, mientras que el Barcelona tuvo fiesta. Y Caparrós puso en liza a su mejor once posible, mientras Guardiola optó por mantener las rotaciones, dando confianza a los hombres que le han llevado a esta final de Copa, como el portero Pinto, inédito en la Liga.

Los previos fueron del estilo de los entrenadores: eran la flema y el «karma» de Guardiola frente a la efervescencia de Caparrós, el seny catalán frente al nervio vasco. Y también se correspondían con el valor del encuentro para cada club: para el Barcelona, era un gran partido; pero para el Athletic, simplemente el partido.

El minuto 0 no cambió estas premisas. Caparrós ordenó un despliegue total a sus hombres, sin desmayo, alcalino. Se equivocaron quienes pronosticaban que el de Utrera recurriría a un catenaccio como el que utilizó el Chelsea de Guus Hiddink para frenar al Barcelona. El Athletic salió arropadito, no podía ser de otra forma, pero tirando la línea defensa bastante arriba. Y sobre todo ejerciendo una presión inconmensurable sobre los centrales con Toquero y Llorente, que tenía muchos riesgos debido a la calidad azulgrana en la salida del balón.

Pero a estas alturas ya se sabe que es difícil sacar de sus casillas a Guardiola, que va a todas partes con la percha puesta. El de Santpedor no se alteró siquiera con el 1-0, como hizo hace 20 días en el Bernabéu o una semana atrás en Londres. Esperó a que el Athletic fuera gastando sus fuerzas, y eso ocurrió en torno a la media hora, y más aún a la vuelta del vestuario.

Cuando el Barcelona comenzó a tocar y tocar, y el Athletic a correr y correr detrás, el campo se le hizo demasiado largo. El 2-1 y el 3-1 cayeron como dos mazazos. Guardiola ni se inmutó. Tampoco con el 4-1. Su «karma» se había impuesto al frenesí del otro banquillo. «He acertado», debió pensar. Pero quizás también Caparrós rumió lo mismo. El problema es que a este Barça nadie le replique 90 minutos.

Llorente-Yaya Touré
El ariete no encontró el tono y quien se destapó ante la puerta fue su marcador.

Todas las esperanzas de los aficionados rojiblancos estaban puestas en la figura de Fernando Llorente, para quien éste era el partido más exigente de su vida con mucha diferencia. Tendrá que esperar a otro, porque ayer no estuvo, y en la segunda parte casi ni se le esperó, eclipsado por el protagonismo que había cogido Gaizka Toquero a su lado.

En su favor hay que decir que Yayá Touré y Piqué, los dos por encima también del 1,90, no le quitaron ojo en los balones aéreos. Con el pie tampoco acertó las pocas veces en que parecía tener espacios para correr.

Para colmo de males, el 9 rojiblanco no pudo cortar el inicio de la jugada de Touré en la que el marfileño terminaría marcando el 1-1 con el que se iniciaba la voltereta. En la segunda parte se le vio algo apático, como sabedor de que este tren se le había pasado.

Koliki-Messi
«Rapada» incluida, el lateral de Otxandio frenó al argentino mientras pudo.

Koiliki Lertxundi estrenó hasta look para este partido, cambiando los rizos por un rapado más intimidatorio. Todo iba a hacer falta para frenar a Leo Messi, seguramente el jugador más desequilibrante del mundo. Y lo logró en la primera media hora, en la que el argentino tuvo que hacer sus mejores regates en su propio campo, porque cuando Koi no le tapaba el hueco, ahí estaba David López para echar una mano.

Sin embargo, anular a Messi durante todo el partido es casi un imposible. La estrella impuso su imparable velocidad de piernas al inicio de la segunda parte, más aún cuando Koikili ya estaba mermado por una tarjeta amarilla al final de la primera mitad. De ahí al final, el partido se convirtió en un suplicio para él, como para todo el equipo, con un Barcelona que no sólo juega, también disfruta y se le nota.

David López-Alves
Sorpresa en la alineación, entero en defensa pero sin poder aportar más arriba.

David López era uno de los pocos que conocía a qué sabe una final de Copa (la jugó, y con sobresaliente, con Osasuna hace cuatro años). Su disciplina táctica hizo que Caparrós le pusiera en el once en detrimento de Susaeta y con una complicada misión: tapar la banda izquierda, por la que el tándem Alves-Messi no deja de desdoblarse. Para ello, el míster no dudó en cambiar de banda a Fran Yeste. Estaba claro que David López iba a tener trabajo, y así fue. Durante la primera parte tuvo que emplearse a fondo tanto para tapar las internadas del lateral brasileño como para auxiliar a Koikili con el argentino. La pugna fue intensísima, como se comprobó en la jugada en que, con el balón ya fuera del campo, el riojano barrió a Alves y se ganó una tarjeta.

Fundido, fue cambiado por Susaeta en busca de profundidad. Misión cumplida.

Javi Martínez-Xavi
El mejor jugador de la Eurocopa, demasiado huidizo para el de Aiegi.

Caparrós confió en la capacidad física de Javi Martínez para tratar de cortocircuitar el juego del centro del campo azulgrana. En la primera parte, con las fuerzas intactas, el de Aiegi logró poner un tapón en esa zona junto a Pablo Orzaiz. En esas fases del partido, daba la impresión de que Xavi echaba en falta a Iniesta, lesionado el pasado domingo, con quien siempre logra combinar. Había motivos para la esperanza.

Sin embargo, Xavi Hernández siempre tiene un plan B en la recámara. Por algo fue nombrado el mejor jugador del torneo en la pasada Eurocopa. Cuando hizo falta se retrasó para recoger el balón con más aire y servirlo a los delanteros. Y con el partido más abierto, adelantó su posición y canalizó todo el juego de ataque culé.

Javi Martínez tuvo que correr detrás de una sombra a la que casi nunca encontró.

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