Me parece un buen titular y un buen título de programa, pero dependerá del transcurso de construcción de estas arquitecturas flexibles a base de sintagmas para que el artículo tenga consistencia o del contenido de situaciones y desarrollos para que un programa televisivo tenga interés o importancia. El programa homónimo lo emite la primera estatal y está protagonizada por una pareja de nuevo cuño de veteranos cómicos parodistas. Florentino Fernández y Josema Yuste han firmado una alianza en la que deberían sumar sus capacidades pero que en este programa se demuestra minuto a minuto que viven en dos galaxias diferentes y que solamente se equilibran en cuanto a la búsqueda de la facilidad inmediata, es decir a lo facilón, de lo barato y en ocasiones chabacano.

Deben contar con un buen equipo de guionistas, al menos en número, con medios inenarrables en cuanto a gastos de producción para hacer su programa y, sin embargo, pese a la ligereza que se le intenta dotar desde la realización, nos encontramos ante una sucesión de gags paródicos, de personajes y situaciones a los que se les busca continuidad y en ocasiones se logra pero sin conexión, ni con la graduación humorística suficiente y que en su conjunto forman un conglomerado de un tiempo televisivo inútil, vacuo, en ocasiones insufrible y que colocan el listón del género en el punto más bajo de la tradición de TVE, lo que es un gran mérito, ya que la degradación ha sido constante, imparable y parece no tener fin. Si no se renuevan las claves humorísticas el futuro del género está muy comprometido.

Hay que confesar que siempre nos ha parecido Josema Yuste muy limitado, que sus aventuras como actor han sido constantes fracasos, pero en intervenciones cortas, imitando o parodiando alcanza sus mejores valores, que son muy cortos, y a Florentino, al que tantas veces hemos aplaudido, lo vemos absolutamente encorsetado, intentando no despegarse del vuelo rasante de su acompañante. Si la pretendida mezcla entre la sobriedad y la locura era lo buscado, por motivos desconocidos todo se ha convertido en mediocridad perfumada y sobrevalorada. ¿Y ahora qué?