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El miedo al mundo

Antonio ALVAREZ-SOLIS

Periodista

En el magnífico ensayo de Carlo Mongardini sobre «Miedo y sociedad» se recoge esta rotunda frase de Guglielmo Ferrero: «Todos los poderes se han sentido siempre en precario y ello precisamente en proporción a la fuerza que han tenido que emplear para imponerse». El miedo parece sobrecoger a los tribunales de justicia españoles. Miedo ante la sociedad dominada, miedo ante el mundo. Miedo por desconocer los cuatro principios que enunció Franklin D. Roosevelt en 1941: libertad de palabra, libertad de religión, liberación de la necesidad y liberación del miedo. El Gobierno de los ciudadanos españoles, ya sea ejercido en su marco parlamentario, en el ejecutivo o en el judicial, ha destruido la libertad de palabra, convertida en un riesgo muy grave; ha manipulado la libertad de religión, mezclándola con otras sustancias que la contaminan, como ocurre con la aproximación al islamismo, en pista persecutoria; ha vendido en un baratillo la sumisión de los ciudadanos por un irrisorio auxilio a las necesidades y ha manejado el miedo como palanqueta para forzar la soberanía nacional. Y esos miedos, que ha manejado Madrid para reducir la soberanía popular a pura porteadora de votos desarraigados, rebotan ahora como proyectiles perversos en las sedes del centralismo. Pero ¿a que tienen miedo en Madrid? Tienen miedo a los mismos españoles, quizá cansados de justificar protervias; tienen miedo a los organismos internacionales, que han fijado su visor en las instituciones españolas, quizá para aliviar sus brutalidades o desidias. Afinemos: tienen miedo a esos jueces de Estrasburgo. Por eso inculpan a los guardias civiles que torturaron a Portu y Sarasola. Por eso dan marcha atrás en el caso de «Egin». Siguen sin creer en la verdad, pero la temen. Rectifican con miedo, oscuramente. Y además ¿cómo reparar las crueles heridas?

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