Crónica | Elecciones en Líbano
Incidentes aislados en unos comicios cuyos resultados se conocerán hoy
Los libaneses conocerán hoy el resultado de las elecciones celebradas ayer en el país de los cedros, las primeras de su historia que tienen lugar en una única jornada. Las votaciones se desarrollaron con normalidad al margen de algunos pequeños incidentes aislados y en medio de un fuerte despliegue policial y militar.
Alberto PRADILLA
El día de hoy será clave para saber si el Parlamento de Beirut seguirá controlado por las formaciones prooccidentales de la coalición del 14 de marzo (Movimiento Futuro, Falange y Fuerzas Libanesas, entre otros) o si será la actual oposición, donde convergen partidos como Hizbulah, la Corriente Patriótica Libre o el Partido Social Nacionalista Sirio, la que se hace con la mayoría.
La normalidad fue recibida con alivio por una población que en la última legislatura ha sido masacrada por Israel y ha sufrido una grave crisis interna que la ha puesto al borde de la guerra civil. En previsión de incidentes, tiendas y establecimientos hoteleros permanecían cerrados a cal y canto desde las 7 de la tarde del sábado. «Teníamos miedo, por suerte no ha ocurrido nada», aseguraba Mona, una tendera de Aschraffie, zona cristiana donde el Ejército tuvo que intervenir al mediodía para evitar agresiones entre falangistas y partidarios del CPL del general Michel Aoun.
La presencia de uniformados fue una constante durante toda la jornada y en lugares como Trípoli, en norte, o Beirut, los tanques del Ejército patrullaban desde primeras horas de la mañana. Los uniformados ejercieron de cordón entre los seguidores de ambos bloques, que según la ley electoral deben permanecer a 75 metros de los colegios electorales y que habían convertido las aceras cercanas a los lugares de votación en improvisadas oficinas electorales donde incluso se repartían packs del partido con agua y algún alimento. Las acusaciones mutuas sobre la compra de votos, una práctica habitual en el país, fueron uno de los principales argumentos escuchados a las puertas de los colegios y algunos analistas han mostrado su temor de que constituya un factor clave a la hora de decantar la balanza.
No obstante, «las elecciones se han desarrollado sin problemas y esperemos que, ocurra lo que ocurra, se mantenga la democracia», como defendía Shambour Ibrahim, uno de los responsables del PSNS en la zona norte. El hecho de que no se registrasen enfrentamientos de consideración (salvo incidentes menores en lugares como Saida, ciudad de mayoría suní pero con gran presencia de la Corriente Nasserista Popular, situada en el bloque del 8 de marzo) no oculta la fuerte división entre los partidarios del gobierno y de la oposición, y no se descarta que los disturbios comiencen cuando se conozcan los resultados electorales.
«Los seguidores de Hariri son unos perros», aseguraba un joven envuelto en una bandera «aunista» frente al colegio electoral de Nakhleh, en Al Kura, un distrito de la zona norte donde los cristianos constituyen el 80% de la población. Junto a él, Mustafah, un suní ataviado con varias bandas de Hizbulah que insistía en que el partido dirigido por Hassan Nasrallah, «no sólo le siguen los chiíes».
«La gente necesita un cambio, las elecciones de hace cuatro años se decidieron por el «shock» emocional de la muerte de Rafic Hariri, pero ahora es diferente, llevan mucho tiempo en el gobierno y no han hecho nada por la población», aseguró Ahmad El Ayubi frente uno de los colegios de Trípoli. Si el atentado contra el ex primer ministro fue una de las claves que decantó la balanza hace cuatro años hacia el bando de los defensores de la llamada revolución de los cedros, el liderazgo de su hijo Saad centra buena parte de las críticas de aquéllos se han pasado al 8. «Hariri padre fue un buen líder para todos los libaneses, pero su hijo sólo mira por los sunnís y depende demasiado de los americanos«, aseguraba un taxista de Trípoli, uno de los feudos azules (por el color que identifica a los partidarios del Movimiento Futuro).
De todos modos, gane quien gane lo hará por la mínima por lo que, como aseguraba el comunista Ahmad Dirk, «es muy probable que nada cambie y se mantenga el gobierno de unidad». Un ejecutivo en el que, como en el actual, la oposición tendría un tercio de representación y derecho a veto, algo que Hizbulah ya ha ofrecido al bloque del 14 de marzo si obtiene la victoria. Se trata de un movimiento que, por una parte, facilitaría el consenso interno en un momento especialmente tenso y que por otro, busca poner freno a las amenazas de Israel, que ya ha avisado que en el caso de que el Partido de Dios se hiciese con la victoria, esto le otorgaría «libertad de acción» para un nuevo ataque.