Final de Roland Garros
Federer reclama su derecho a entrar en la historia
El tenista helvético es el sexto jugador en lograr completar el Grand Slam tras su triunfo en menos de dos horas ante un Soderling que pagó la novatada.
GARA | PARÍS
Fred Perry, Don Budge, Roy Emerson, Rod Laver y Andre Agassi formaban hasta ayer el quinteto mágico de tenistas capaces de completar el Grand Slam; esto es, ser capaces de ganar el Abierto de Australia, Wimbledon, US Open y Roland Garros. Desde ayer, hacia las 17.00 aproximadamente, ese quinteto de históricos cedió un hueco a Roger Federer, después de que el helvético lograra, en su cuarto intento, el título de Roland Garros, el último que le restaba de los cuatro grandes.
Con Rafael Nadal, su bestia negra, apeado prematuramente, el tenista suizo jugó su mejor tenis para entrar en la historia de este deporte por la puerta grande. Asimismo, el suizo logró igualar a Pete Sampras con 14 entorchados divididos, ahora sí, entre los cuatro principales torneos.
La pista Phillipe Chartier se arrodilló a la magia de Federer desde el primer momento, lo cual empequeñeció hasta el exceso a un Robin Soderling que pagó la novatada en una lid de tamaña altura. Nervioso, incapaz de hacer su tenis, el sueco, pupilo de Magnus Norman, mordió el polvo húmedo de Roland Garros -húmedo por la lluvia que hizo acto de presencia- como su entrenador en 2000.
El 6-1, 7-6 (1) y 6-4 final lo dice todo. El jugador nórdico apenas si dispuso de dos bolas de break en todo el partido, ambas en un tercer set en el que Federer titubeó lo justo para, por fin, reclamar su lugar entre los elegidos.
De hecho, casi ni hubo partido, y éste duró dos sets, porque el primero fue un visto y no visto en el que Federer se hinchó a romper el servicio de su rival, que no sabía ni por dónde le llegaban tantos y tan buenos raquetazos.
La segunda manga, por contra, transcurrió por la senda de la igualdad, hasta llegar al tie break, en el que el ex número uno mundial volvió a sacar a pasear el rodillo.
Con dos sets a cero, Federer apretó las tuercas al resto en el primer juego del tercer set. Aprovechándose del bajón moral del nórdico, logró volver a romper su saque. A partir de ahí, salvo un par de errores fruto de los nervios de la inminente victoria, el camino quedó expedito para un Federer que se se arrodilló tras el último punto, emocionado y, por fin, liberado.
Tenista total
Aunque para muchos ya parecía enterrado, Federer, que en agosto cumplirá 28 años, aún tiene tiempo para mejorar unos registros en los cuales es él mismo quien impone su techo.
Y es que desde que en 2003 ganara su primer torneo del Grand Slam, Federer no ha dejado de ser un tenista total, sin tener que vivir encasillado a las características de una u otra pista, o unas u otras fechas. Asimismo, el de Basilea tiene un carácter que, cuando se encuentra a tope, combina como el que mejor consiguió la aleación del talento loco de John McEnroe, la robótica calidad de Ivan Lendl y el carisma imperturbable de Bjorn Borg.
Resumidamente, Federer nunca dejó de ser un gran campeón, pero, al mismo tiempo, sin dejar de ser persona, como mostraron sus lágrimas al caer en Australia o sus lágrimas de alegría de ayer. A su porte elegante y siempre modesto en su discurso, inteligente dentro y fuera de la cancha, sólo el polvo de Roland Garros dejaba un regusto amargo en una andadura repleta de éxitos, hasta que ayer, al fin, completó su particular círculo de campeón.
Llorando de emoción, Roger Federer suspiró aliviado cuando el último resto de Soderling se quedó en la red.
«Sienta muy bien estar por fin en el podio como ganador», confesó el de Basilea. Federer describió la situación como un «momento mágico» y quiso agradecer el apoyo a familiares y amigos a su esposa, «que está embarazada», a Agassi y al público de París.GARA