Jesus Valencia educador social
Un viejo sueño
El reencuentro con todas estas personas, amigas y compañeras, era uno de mis sueños. Iniciativa Internacionalista lo ha hecho posible y espero que, de una forma o de otra, tenga continuidad
Escribo estas líneas antes de que las urnas hayan dictado su veredicto. No se cuántos votos habrá cosechado cada una de las listas concurrentes ni quién estará preparando su equipaje para viajar a Europa. Espero que la representación de Iniciativa Internacionalista constará en la lista de embarque. Al margen de los resultados, he de confesar que II ha satisfecho uno de mis sueños más acariciados.
Hace 30 años, la izquierda española volvió a tropezar en la misma piedra de casi siempre. La aceptación de una monarquía franquista y de una constitución unionista desvirtuaron sus señas de identidad. Defendió con tanto empeño la unidad nacional que se olvidó de la lucha social. Vio en el derecho de autodeterminación un cáncer maligno y en los pueblos que lo reivindicaban enemigos insoportables. Negó ese derecho como contrario a los intereses de clase y lo combatió con la misma saña que la Guardia Civil. Los resultados son obvios. Al negar a otros pueblos sus derechos originarios, se negaba a sí misma. Asimilada por el reformismo aburguesado de la transición, se convirtió en vanguardia obrera del nuevo estado centralista y neoliberal. Tantas veces camino del brazo de la España imperial que fue subsumida por ella. Se hizo tan española que dejó de ser izquierda.
También nosotros nos equivocamos. Sufrimos tantos ultrajes y humillaciones de la España farandulera que llegamos a pensar que todo el conglomerado estatal estaba contaminado. Marcamos una línea imaginaria y creímos que allende Castejón o Pancorbo todo era territorio hostil. Escudriñamos con mirada torva a quien nos saludaba desde la otra orilla considerándolo enemigo. Grave error. Es verdad que el listado de nuestros enemigos es mucho más largo que el de nuestros amigos. Pero éstos -repartidos por todo el Estado- son tan reales -y mucho más honestos- como los otros. Tenemos pruebas sobradas de su fidelidad, de su solidaridad generosa (actitud que no hemos encontrado en muchos paisanos), de su oposición activa a la represión que sufrimos, a despecho de los sinsabores y malquerencias que su simpatía para con nosotros les acarrea.
Su proceder no es el resultado de un «vasquismo» sucursalista ni de una dependencia enfermiza. Se trata de una coincidencia profunda entre demócratas consecuentes. Compartimos el proyecto de un mundo más justo y de una sociedad socialista. Reafirmamos nuestra condición de clase cuando un tropel de antiguos compañeros se pasa al enemigo. Preferimos la coherencia al oportunismo. Nos proclamamos respetuosos con los derechos de los pueblos y contrarios al proyecto -siempre opresivo- de la España imperial. Defendemos el derecho de autodeterminación desde nuestras convicciones de izquierda. Creemos en la solidaridad de los pueblos y de las clases oprimidas. Ésta es la argamasa que nos ha aglutinado en torno a unas siglas sugestivas y confluyentes.
El reencuentro con todas estas personas, amigas y compañeras, era uno de mis sueños. Iniciativa Internacionalista lo ha hecho posible y espero que, de una forma o de otra, tenga continuidad. «No somos de la misma nación -decía Argala- pero somos de la misma clase».