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Crónica | Elecciones presindenciales en Irán

Una «marea verde» inunda las calles de Teherán

Miles de seguidores del candidato reformista Hussein Mousavi salen cada noche a la calles de Teherán para celebrar una victoria que ya dan por segura en las elecciones presidenciales del viernes, que han despertado un inusitado interés internacional.

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Karlos ZURUTUZA

Las principales plazas de la capital persa se han convertido en centros de reunión de miles de personas que corean consignas en favor de sus respectivos partidos políticos. Estas aglomeraciones que, en un principio, duraban hasta la medianoche, se han ido alargando y, a dos días de los comicios presidenciales, se prolongan hasta altas horas de la madrugada.

La mayoría son seguidores de los que ya parecen ser los dos únicos aspirantes a la Presidencia: el actual presidente, Mahmud Ahmadinejad, y el ex primer ministro y candidato refor- mista Hussein Mousavi. Pero sin duda la congregación más numerosa es la llamada «marea verde», integrada por los seguidores del opositor reformista y que colapsa definitivamente el ya de por sí denso tráfico de Teherán. Los «verdes» agitan carteles con el retrato de Mousavi al ritmo de las soflamas que corean contra de Ahmadinejad, del tipo «bye, bye, Ahmadi» o «no más mentiras», en referencia a las supuestamente vertidas por el todavía presidente desde que llegara al poder.

«Los jóvenes son mucho menos manipulables de lo que lo hemos sido nosotros», comenta Ele, uno de los asistentes al acto que ronda los cincuenta años. «Tienen acceso a lo que pasa en el resto del mundo a través de internet y no se dejan engañar fácilmente. Muchos ni siquiera saben nada de Mousavi, simplemente quieren echar a Ahmadinejad», asegura este camionero natural de Shiraz.

La Policía asiste impotente al espectáculo, y a las 12 de la noche, la avenida Ferdosí casi se parece a un festival tecno, una especie de Love Parade, a la iraní, por supuesto. Un grupo de mujeres se suelta el pelo bajo el velo y se remanga mostrando sus antebrazos desnudos, lo que despierta una gran ovación de los numerosos testigos de este «atentado» contra la moral religiosa imperante. «Ésta es la respuesta natural a tanta represión por parte de los clérigos», añade Reza, otro seguidor «verde», mientras señala a un grupo de jóvenes que bailan al ritmo de la música tecno que sale a todo volumen desde un coche parado.

Los aplausos se transforman en una sonora pitada junto a un autobús público cosido de carteles de Ahmadinejad. Pero algunos de los pasajeros se resisten a contemplar pasivos la escena y arrancan nuevos aplausos tras atarse sus cintas verdes en la cabeza y mostrar un retrato de Mousavi que alguien les pasa desde la ventanilla.

Además del transporte público, son también numerosos los vehículos de particulares con fotos del presidente actual bloqueados entre la multitud. Los «verdes» colocan los retratos de Mousavi en las ventanillas, lo que desata el enfado de los que se han convertido inesperadamente en opositores. Las discusiones suben de tono pero raramente se llega a las manos, algo que probablemente hay que agradecer a la natural templanza persa y, sobre todo, a que el alcohol esté todavía prohibido en el país.

La música tecno se entremezcla con la tradicional local, así como con los miles de cláxones que suenan desde los coches y también del enjambre de motocicletas, muchas de las cuales transportan a tres e, incluso, cuatro pasajeros. Algunos de ellos circulan de pie y agitan las banderas del color de moda, siempre que el experimentado conductor sea capaz de seguir serpenteando entre la multitud y los automóviles detenidos.

Farah se ha acercado hasta aquí tras recibir y reenviar un SMS. Esta universitaria dice estar sorprendida aunque confiesa que la imagen le resulta en parte familiar. «Yo tenía cuatro años cuando tuvo lugar la revolución. Recuerdo el tumulto en las calles, pero no sabía a qué se debía», cuenta.

Ella lleva un pañuelo verde sobre la cabeza y viste un manteau (esa especie de gabardina hasta las rodillas) de color blanco. Sabe que aunque gane Mousavi, el estricto código islámico sobre la vestimenta de las mujeres seguirá en vigor. Por el momento, no le importa demasiado. «Quiero pensar que la victoria de Mousavi ha de ser el primer paso a una auténtica revolución. Otra más», afirma exultante sin perder de vista a un grupo que acaba de descolgar un retrato de Ahmadinejad de una farola.

Junto a Farah se encuentra Rasul, un compañero de la universidad que porta un cartel con la señal de prohibido sobre la palabra «mentiras». «La elección es clara: tenemos que elegir al menos malo, y ése es Mousavi», afirma este joven. Mañana, que ya es hoy, irá a trabajar «de empalmada».

 

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