José Luis Orella catedrático senior de Universidad
Dios y el pueblo
Partiendo de un artículo en prensa que comenta a lo largo del suyo, José Luis Orella reflexiona acerca de la fórmula utilizada por el nuevo lehendakari, Patxi López, para prometer su cargo, de la cual suprimió cualquier alusión religiosa, así como el término «pueblo vasco», en cuyo lugar empleó el de «ciudadanos».
No pensaba entrar en este tema, pero la publicación de un artículo periodístico titulado «Ciudadanos bajo el árbol» me ha confirmado que no se pueden dejar pasar los hechos históricos antidemocráticos con los que hemos comenzado la legislatura en el País Vasco.
Confusiones ideológicas y terminológicas. La afirmación de Dios no debe quedar identificada con las opciones religiosas. El articulista muy fácilmente identifica democracia con la dejación de las opciones religiosas al ámbito privado. Además se confunden los conceptos y realidades de ateísmo con el de secularidad. Lo secular es contraposición a lo eclesiástico. Y hay seglares que pueden ser teístas o ateos, agnósticos o creyentes.
Al excluir a Dios explícitamente, el lehendakari ha trasvasado el ser ateo o agnóstico personalmente al ser laico. Y laica es la inmensa mayoría de los vascos. Espero que tras profundas reflexiones y estudios meditados habrá resuelto nuestro presidente su opción negadora de la existencia de Dios cuando distintos filósofos y científicos como Einstein se inclinan más bien por su existencia.
Ciertamente, podía no haber hecho alusión a religión alguna, pero la pretendida comparación con el presidente de Estados Unidos, a la que quiere asemejarse el PSOE, le llevará a Patxi López, como a José Luis Rodríguez Zapatero, al tratamiento que está ahora mismo dando a la religión católica con menosprecio de las distintas religiones que conviven en el Estado español, por miedo a la Conferencia episcopal. Obama nunca se habría atrevido a rechazar la alusión a Dios al que, sin embargo, confiesan el 80 % de los vascos incluidos los católicos, protestantes, judíos, musulmanes y de otras confesiones.
Sigue el autor con sus confusiones ideológicas afirmando: «Con el juramento de Gernika, Patxi López ha puesto de relieve el nuevo proyecto de sociedad vasca liberada de ancestrales querencias y abierta a seculares expectativas, una sociedad secular y humanista donde las mejores virtudes cristianas se han encarnado en su secular proyecto». ¿Alguien puede aclarar esta mezcla explosiva de rechazo de la existencia de Dios y de asunción de las mejores virtudes cristianas que si por algo tienen valor es precisamente por su afirmación de la existencia de Dios?
Existe la realidad social, política y jurídica de pueblo: Estamos de acuerdo en que la sociedad democrática se construye de abajo arriba y es en el ciudadano concreto, en la singular persona, desde donde arranca la soberanía genuina. Y estos ciudadanos concretos han configurado unas realidades sociales a las que no quieren renunciar, como son la familia (entiéndase ésta con la amplitud que ellos le dan), de patria, de pueblo, de nación y de unidades supranacionales como Europa.
Existe la realidad de pueblo español: Son los ciudadanos los protagonistas de la sociedad democrática, pero cuando en el partido de la final de fútbol de Valencia silbaron al himno nacional español, todos los comentaristas lo tomaron como afrenta contra el pueblo español. Tanto en las victorias deportivas al ondear de las banderas como en el rechazo del himno, se presupone la realidad de pueblo español. Luego, además de la ciudadanía, existe el pueblo español que supongo que también será «de difusa formulación política».
La soberanía reside en la ciudadanía y no en el pueblo de difusos contornos». Sin embargo, todas las constituciones españolas desde las Cortes de Cádiz, incluida la actual constitución de 1978, afirman que la soberanía reside en el pueblo español. Luego, por lo tanto, existe una realidad incontrovertible y es la del pueblo español y una confusión notable en el artículo comentado.
El pueblo español ha sido y es la suma de diferentes pueblos: «Los ciudadanos no están al servicio de un supuesto pueblo atávico y mítico (español) que encadena a los individuos y se convierte en oscura deidad que suplanta a las personas». Y añade: «Parece claro que el pueblo español no es sino la suma de todos los ciudadanos españoles». Si esto es así ¿por qué el nuevo modelo político español no deja que los ciudadanos vascos expresen su opinión sobre si quieren o no integrarse en ese pueblo español, «oscura deidad que suplanta a las personas»? El autor pasa por alto que el pueblo español puede ser la suma de los pueblos que integran el Estado español, como durante muchos siglos en la historia, españoles eran los habitantes de los diferentes pueblos de América o Filipinas que obedecían a las autoridades de la península sin decaer de su condición de pueblos. ¿Qué se les puede decir a los americanos que ahora celebran su bicentenario de la independencia, que son españoles sublevados y segregados de la madre patria o que formaron siempre un conjunto de pueblos que llegaron a principios del siglo XIX a su condición de estados nacionales?
El pueblo español ha incorporado durante siglos al pueblo vasco como tal: El pueblo vasco no está ligado a una geografía, a una demarcación autonómica, ni se ciñe exclusivamente a un ámbito cultural o lingüístico, si bien en este sentido abarcaría a otros ciudadanos de Nafarroa, Lapurdi, Zuberoa o Nafarroa Beherea. Reducir toda la significación de un pueblo a su geografía o a su comunidad política actual cercenaría la realidad. Y además cegaría la historia del mismo pueblo español actual, que sería un minusválido por haber perdido muchos de sus miembros en el trascurso de la historia. ¿Basta la geografía o la pertenencia al estado nacional para afirmar si los ciudadanos de Gibraltar, Ceuta o Melilla son españoles?
Afirmar que jamás ha existido el pueblo vasco como entidad política que recogiera a todos los que hablaban euskara es una afirmación gratuita que desconoce la realidad histórica de Sancho el Mayor de Navarra y que se manifiesta precisamente en la división territorial que hizo en sus hijos y sucesores.
«El carácter quimérico del presunto pueblo vasco» es una afirmación de un diletante que no conoce la realidad. Véase las grandes enciclopedias actuales y vea lo que dice en ellas del pueblo vasco. El pueblo vasco no es sujeto de ensoñación del nacionalismo, sino que multitud de viajeros que a lo largo de la historia desde el Codex Calixtinus hasta hoy día han pasado por estas tierras lo han sabido detectar y describir. Sólo los ignorantes han identificado el pueblo vasco con la comunidad política articulada hoy día en torno al Estatuto de Gernika. Y en la misma ingenuidad y afirmación antidemocrática ha caído aquel que cree que por no citar en su jura presidencial al pueblo vasco, éste ha desaparecido de la historia pasada, presente y futura.
El pueblo vasco es admitido por el autor: argumento ad hominem: Y un ataque ad hominem es su mismo párrafo cuando afirma: «muchos vascos nos sentimos miembros activos de la comunidad euskaldún expandida en siete provincias, pero no por ello dejamos de asumir políticamente la plural realidad histórica que ha devenido a ser nuestro pueblo». Al fin no ha tenido más remedio que citar al pueblo vasco. Si el pueblo español ha sabido asumir la realidad de distintos pueblos centro y sudamericanos de los que ahora celebramos el bicentenario de su independencia, ¿por qué no es capaz de asumir la existencia de otros pueblos intrapeninsulares?
Mal apoyo presta el autor del artículo citado a las primeras actuaciones del lehendakari, que son antidemocráticas y fruto de una ilustración pseudociudadana.