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Helen Groome Geógrafa

Tiempos modernos

A ese Scrooge moderno, en vez de fantasmas navideños, le visitarían los fantasmas de las crisis económicas pasadas, presentes y futuras. Y fantasmas había a manta, así que empezó a escribir

El último examen y ¡podría escapar del Instituto! Dio la vuelta al cuestionario de literatura y leyó la primera pregunta: «En un máximo de cinco folios realizar una adaptación a los tiempos actuales de una obra literaria clásica extranjera». Aunque le pesó, descartó «Los santos inocentes» de Delibes, ya que no estaba segura si la examinadora sería una persona que la considerase una obra «extranjera». Optó finalmente por la «Canción de Navidad» de Dickens.

Estaba claro que Ebenezer Scrooge se modernizaría para ser el colectivo de políticos y políticas de hoy, enclaustrado en un mundo económicamente lejano de la vida mundana. A ese Scrooge moderno, en vez de fantasmas navideños, le visitarían los fantasmas de las crisis económicas pasadas, presentes y futuras. Y fantasmas había a manta, así que empezó a escribir.

En la sesión parlamentaria rutinaria del martes por la mañana, cuando los ocupantes de una Cámara inusualmente llena votaban una vez más a favor de subirse los sueldos y dietas a sí mismos a pesar de la apremiante situación económica de la población en general, apareció el fantasma de un viejo político arrastrándose por el suelo debido al peso de las cadenas que le colgaban de los brazos, piernas y cuello, y lamentándose por estar condenado a ir de parlamento en parlamento procurando avisar a sus ocupantes de las cadenas que ellos mismos estaban forjando alrededor de sus cuerpos y que, como él, tendrían que arrastrar tras su muerte caso de no corregir sus actitudes egoístas y exclusivistas.

Ante la insensibilidad de la Cámara, el fantasma hizo aparecer ante la gente la agobiante escena del trauma personal y familiar de una mujer mayor que acababa de quedarse sin trabajo junto a un hijo en idéntica situación. Algunos políticos recordaban bien a la mujer al haber estado donde vivía en la campaña electoral repartiendo indistintamente caramelos y promesas de trabajo. La escena hizo mella en dos o tres políticos, mientras que otros vociferaban que la culpa era de la economía internacional... El fantasma les insistió que mirasen bien, ya que aparecerían los fantasmas de las crisis económicas, una por semana, para procurar cambiar la actitud de la clase política.

Y así iban apareciendo en la Cámara los fantasmas de las crisis pasadas, como los fantasmas de obreros y obreras arrojados a la pila de desechos tras la reestructuración industrial de décadas pasadas y más que una persona se revolvió incómoda en su sillón parlamentario. Llegaron los fantasmas de la actual crisis, como los miles de personas con vidas destrozadas por EREs o por hipotecas impagables y olvidadas por la clase política en su empeño por contentar al empresariado y a los banqueros, y ya la mitad de la Cámara daba muestras de tener, después de todo, una conciencia. Y empezaron a entrar los fantasmas de las futuras crisis económicas...

De pronto dejó de escribir. Un pensamiento inquietante le interrumpió. ¿La censura política llegaba a los exámenes de la ESO?

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