Amenazado por un putsch desde las filas del laborismo tras una derrota electoral histórica en las europeas, el primer ministro británico, Gordon Brown, parece que ha conseguido salvar, de momento, su cabeza, desactivando una rebelión interna.

Brown logró detener el motín durante una reunión de alto riesgo de hora y media de duración que mantuvo el lunes con los parlamentarios laboristas.

A pesar de que en los últimos días se han registrado una decena de dimisiones de ministros que reclamaban la salida de Brown, únicamente un puñado de osados parlamentarios se ha atrevido a desafiar públicamente la autoridad del primer ministro, que, en cambio, ha recibido un apoyo incondicional de sus fieles. Brown señaló que se mantendrá en su puesto para hacer frente a la crisis y llamó a la unidad del laborismo tras la debacle electoral.

El Parido Laborista se quedó en una humillante tercera plaza con un 16% de los votos, por detrás de los conservadores (28%) y del partido euroescéptico UKIP (16,5%).

«Brown ha ganado a los rebeldes», destacaba ayer «The Financial Times». «El intento de putsch ha quedado desactivado gracias al apoyo de los pesos pesados del partido», subrayaba el diario económico.

Un editorial de «The Times» destacaba que Brown pudo hacer frente a la rebelión interna tras prometer que a partir de ahora gobernaría de una manera diferente y dando pruebas de humildad».

David Miliband, rival de Brown, negó a la BBC haber pensado unirse a la rebelión.