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Barcina alaba su gestión pero la calle denuncia su actitud impositiva

El discurso de ayer de la alcaldesa de iruñea, yolanda barcina, en el debate sobre el estado de la ciudad no arrojó grandes novedades. Se recreó en alabanzas a su propia gestión, asegurando que sus iniciativas han ayudado a «mejorar la convivencia». Sin embargo, la calle no opinó de la misma forma. El movimiento popular se concentró en el exterior del edificio para denunciar la «imposición» que sufren y reivindicaron su derecho a participar en la gestión de la ciudad.

Asier VELEZ DE MENDIZABAL

«Lo que vamos a escuchar va a ser el estado de una ciudad ideal, democrática, donde el ciudadano está constantemente llevando a cabo iniciativas que son respetadas por su Gobierno y donde todas las decisiones se toman por consenso con los colectivos ciudadanos». Los miembros del movimiento popular de Iruñea que se concentraron ayer por la tarde frente a la casa consistorial ya sabían perfectamente sobre lo que se estaba hablando en el interior. Y así fue exactamente como fue.

En un discurso sin un ápice de autocrítica y plagado de loas a su gestión, la alcaldesa iruindarra dibujó una ciudad ideal, llena de amabilidad y en donde todo es armonía y felicidad. Definió Iruñea como una ciudad «abierta, sin miedo al mestizaje y a la incorporación de nuevas ideas y personas, frente a concepciones nacionalistas radicales que abocan a una ciudad cerrada en sí misma e importadora de conflictos que retroalimenten su egocentrismo».

Aseguró que durante su mandato «se han multiplicado los foros de participación, donde los ciudadanos y las asociaciones pueden formular sus opiniones».

la voz de la calle

Paralelamente, el movimiento popular denunciaba en la calle la «actitud impositiva» de la alcaldesa y reclamaba su derecho a «participar en la gestión de la ciudad». Afirmaron que «la sarta de patrañas y mentiras que escucharemos en el debate plenario necesitan de una urgente respuesta popular».

Fueron más de medio centenar los vecinos que participaron en la concentración bajo una pancarta que rezaba «ante el Ayuntamiento de la imposición, Iruñea popular». Todo ello bajo una férrea vigilancia por parte de la Policía española y agentes municipales. Hablaron alto y claro, aunque probablemente, Barcina, desde lo alto de su trono, no les escuchase.

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