Es posible que nos pase como a El Fiti, el mecánico de «Los Serrano», colega de Resines y Bonilla. Eso va a ser, que tenemos «la mirada sucia». De ahí que, cuando vemos al ex primer ministro checo con su pequeño saltamontes en posición de firmes, pensemos que se trata de una fiesta orgiástica en la mansión de Berlusconi entre hombres muy ricos y entrados en años con mujeres jóvenes y bellas que frisan la minoría de edad y aspiran a un meteórico ascenso en el mundo de la farándula italiana. Si no tuviéramos «la mirada sucia», nos daríamos cuenta de que, en realidad, se trata de una inocente fiesta de cumpleaños en la que Topolanek lleva una vela -tirando a cirio, podría decirse- entre las piernas. Pero la foto es lejana, está borrosa y nuestra mente censora hace el resto.

Unos cuantos kilómetros más cerca, nuestra «mirada sucia» nos hace descartar posibilidades antes de tiempo. Comprobamos que en el pueblo de María Teresa Fernández de la Vega nadie ha votado al PSOE y las interpretaciones oscilan entre la «chapuza» y el «pucherazo». ¿Y por qué no llegamos a la conclusión de que la vicepresidenta simplemente ha pasado de votar a su partido y ha convencido a sus convecinos de que respalden en bloque al POSI? ¿Y si los y las amezketarras han tomado esa misma decisión? ¿Y si en Bermeo han visto la luz y les ha dado por votar a la ultraderecha? ¡Qué manía tenemos de ponernos siempre en lo peor!

Otros, mucho más cautos y comedidos, sin esa «mirada sucia», han dado a este tema la dimensión que realmente se merece, la de una mera anécdota. Habría sido distinto si esas papeletas hubieran aparecido en la guantera de una Kangoo, en el bolsillo de un traje de Camps, bajo el asiento de un avión Falcon... entonces sí, quienes no pierden ocasión para lanzarse a la yugular de sus rivales habrían denunciado con grandes titulares lo que tildarían de escándalo. Pero ¿ponerse así por unos votos de nada? Vamos hombre, que ya somos una democracia lo suficientemente madura como para preocuparnos por estas chorradas.