Amaia U. LASAGABASTER |

Cristiano Ronaldo se convirtió ayer en el chico de los cien millones de euros. Bueno, alguno menos, pero ya metidos en esas cifras, es difícil resistirse al redondeo. Sólo ha necesitado 24 años para pasar de cero a cien, un chiste si hablamos de los bólidos que tanto le gustan al portugués -y que ya le han costado algún disgusto-, pero un récord tratándose de un traspaso.

No podía ser otro que Florentino Pérez -(ir)responsable de los cuatro fichajes más caros de la historia- el que ha desembolsado los 94 millones de euros que recibirá el Manchester United, a los que se unirán los diez por temporada que cobrará el delantero durante los seis próximos años.

La noticia, como es lógico, y más aún en tiempos de penurias económicas, dio ayer la vuelta al mundo. Como, en realidad, lo hacen todas las que tienen que ver con CR7. Y eso que sus orígenes no pueden estar más alejados del mundo de flashes, glamour y fans en el que vive desde hace años.

Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro nació hace 24 años en Funchal, un barrio obrero de Madeira, en el seno de una familia muy humilde. Su padre, que eligió su nombre en homenaje a Ronald Reagan, cambió su vida cuando, con ocho años, le inscribió en el Andorinha. Fue el inicio de una carrera meteórica.

Con sólo doce años fue captado por el Sporting de Lisboa, con el que dio sus primeros pasos en el fútbol profesional y consiguió su primer título.

Pero fue su actuación en un amistoso entre Sporting y Manchester United el que convenció a Alex Ferguson de que aquel delantero flaco pero potente, rápido y, sobre todo, goleador, tenía sitio en Old Trafford. Allí se plantó con sólo 18 años y una difícil misión: hacer olvidar a David Beckham, que acababa de fichar por el Real Madrid. Lo ha conseguido con 92 goles, diez títulos y numerosas distinciones -incluyendo el Balón de Oro, la Bota de Oro y el FIFA World Player en una misma temporada-, frente a las que nada han podido hacer sus extravagancias, su egolatría o su mal perder.