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Gloria LATASA | gloriameteo@hotmail.com

Nube en cascada

Un flequillo blanco y delicado adorna la cresta de una montaña. ¿O es más como una gran mano que se aferrara a las cimas? ¿O como una gran cascada que no quisiera terminar de caer? Podría parecer cualquiera de estas u otras cosas similares. En cualquier caso, siempre va a ser una masa nubosa que «nace» al otro lado de la montaña y viene a «morir» a la vertiente en que la estamos viendo.

Su «nacimiento» está relacionado con aire que sopla desde el otro lado, que sube por la ladera, que al ascender se enfría y que condensa su humedad formando la nube. La mayor parte del agua que transporta se quedará en forma de lluvia o nieve en la vertiente por la que asciende. Pero si al cruzar la cima le sigue quedando la suficiente humedad, aparecerá la cascada de nube ante nuestros ojos.

Su «desaparición» está relacionada con el descenso de aire por esta vertiente, que va deshaciendo la nube (al bajar, el aire se calienta y la nube se evapora). Aparentemente, se mantiene como suspendida en el aire, sin moverse. Pero es una ilusión óptica, porque sí hay movimiento. Y mucho. Ya que el aire llega sin cesar desde el otro lado y la cascada se renueva constantemente.

El fenómeno no se produciría si ese aire no tuviera que atravesar la montaña. De modo que esta nube está presente porque hay un choque perpendicular entre ambos, viento y relieve, que da como resultado diferencias de temperatura, de humedad y de viento a ambas vertientes.

Es el famoso efecto Föhn (o Foehn, del alemán, viento fuerte) y su nube característica, el muro de Föhn, que en los valles alpinos conocen tan bien cuando llega a esas tierras el viento que sopla del sur.

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