Las peñas pintan un fresco real de la Iruñea a la que Barcina quiere cambiar la cara y el alma
Muchos lectores de fuera de Euskal Herria, e incluso del resto de herrialdes vascos, reconocen cada año su sorpresa por el alto contenido reivindicativo de las pancartas de las peñas de Iruñea y por el modo en que se conjugan en ellas la alegría festiva y la denuncia social. El contraste entre los mensajes de las telas y los mensajes institucionales resulta, efectivamente, cada vez más brutal. En una ciudad en la que su gobierno llega a vetar a dos diarios como GARA y «Berria» de sus bibliotecas, excluye a los colectivos populares de cualquier toma de decisión o manda policías contra expresiones culturales como el Olentzero, las pancartas de las peñas se convierten en una ventana por la que se cuelan realidades ocultadas durante gran parte del año. Aire fresco, en definitiva, que corre además en un contexto que no es de conflicto, sino de fiesta.
Las dieciséis telas difunden esa Iruñea a la que UPN quiere cambiar la cara, y hasta el alma si le dejan. Una Iruñea mucho más real que la oficial, ésa en la que Yolanda Barcina defiende que no cabe Gora Iruñea!, pero sí Manolo Escobar o Georgie Dann.