«Con unas normas o con otras el sinvergüenza es sinvergüenza»
Nacido en Zaragoza en 1933, este profesor que lleva a gala no haber estudiado nunca economía se ha convertido en un fenómeno mediático gracias a internet. Su artículo sobre «La crisis ninja» (que ahora ha ampliado a un libro) le ha servido de pase para los platós televisivos, pues tiene la inusual habilidad de explicar con sencillez y de forma divertida los enrevesados engranajes del mercado.
Aritz INTXUSTA | IRUÑEA
Leopoldo Abadía saltó a la fama el día 27 de febrero de 2008 después de enviar por correo electrónico su artículo «La crisis ninja» sin haberlo firmado. Varios días después, el email regresó hasta este hombre de 75 años, con el siguiente comentario: «No sabemos quién lo ha escrito, pero por los términos que utiliza, debe ser un joven estudiante universitario». Su teoría había cobrado vida propia en internet y comenzaba a tener cientos de seguidores. Decidió montar un blog, que ahora tiene 2.700.000 visitas. La cifra todavía le sorprende: «!Pero qué poco tiene que hacer la gente!». Afirma que no sabe nada de economía e insiste en que nunca ha estudiado sobre la matería. Su secreto es dedicar 15 minutos a leer la prensa y tan sólo dos diarios, uno generalista y otro económico.
¿Quiénes son los «ninjas»?
En 2001 en EEUU se prestaba dinero a tan sólo un 1% de interés. Entonces los bancos decidieron conceder más hipotecas, ya que sacaban pocos beneficios de cada una. Dieron créditos a los «ninja» (no income, no job, no assets; o sea, personas sin ingresos fijos, sin empleo fijo, sin propiedades). Es decir, la persona a la que nunca prestarías dinero. Y, encima, los créditos se concedieron a un elevado interés, debido el riesgo de impago. Los ninja cogieron el crédito y se pagaron la casa y, por el camino, se fueron a cenar a un buen restaurante con toda su familia. Al final, no podían devolver ese dinero.
¿Cómo se expandió todo?
Los bancos vendieron «paquetitos» de esas hipotecas basura. Las maquillaron poniendo encima otras mejores. Les llamaron pomposamente MBS, pero no era nada más que porquería perfumada. Y las empresas de calificación de riesgos no se dieron cuenta de la monumental estafa. Recientemente, el FMI dijo que había entre 100.000 y 500.000 millones de dólares en esos créditos porquería, después que había tres trillones. Nadie tiene ni idea de cuánta basura circula. Puede que un quinto de las reservas de China estén contaminadas.
¿Pero cuándo llegaron los «ninjas» a vaciar nuestros polígonos industriales?
Paro ya había antes, pero se disparó después de que hace un año aumentaran mucho las hipotecas. Cuando la gente tiene que destinar «x» dinero a la hipoteca y de repente ese dinero sube, le queda menos para salir a la calle. Eso ha producido que toda la gente se haya retraído, haya comenzado a apretarse. Lo que, por supuesto, repercute en que empiecen a quedar personas en paro.
¿Qué otros términos de su diccionario deberíamos aprender?
Eso me lo preguntaron el otro día en Buenafuente. No sé cuántas palabras tengo ahora, más de 500. Hay muchas palabras que la gente no entiende, pero porque no se le explican bien. Nadie se molesta. Me cuesta mucho encontrar un político de cualquier tendencia que hable claro. Sospecho que no saben.
¿Los culpables?
Las entidades financieras, unidas a los reguladores del mercado y a las empresas de calificación de riesgos.
Después de esta crisis. ¿Deben cambiar las normas del juego?
Con unas normas o con otras, el sinvergüenza sigue siendo sinvergüenza. Esta sociedad lleva pensando durante mucho tiempo que vale todo y que se puede hacer lo que se quiera. El más bruto o más cuco gana.
¿Cuándo acabará la crisis?
Cuando Dios quiera y, de momento, Dios no quiere. No hay que creer a nadie que se atreva a dar una fecha. Antes me preguntaron si ésta es una crisis en V. No tenía ni idea de qué hablaban. Me explicaron que es una caída muy rápida, seguida de rápido crecimiento. Les dije que no, que queda bastante en el fondo. Entonces me dijo: «Ah, crisis en L». Que la llamen como quieran. Mi mujer la ve con forma de Y: la pequeña v se refiere a la conjunción de bancos y políticos, y la raya hacia abajo somos los demás, hundidos hasta el fondo.
«Me cuesta encontrar algún politico de cualquier tendencia que hable claro a la gente sobre economía. Sospecho que no saben»
«La crisis se acabará cuando Dios quiera y, de momento, Dios no quiere. No hay que fiarse de nadie que se atreva a poner una fecha»