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Floren Aoiz www.elomendia.com

Ayudita europea

Europa e hipocresía no casan mal. Viejas potencias coloniales más o menos escocidas con el nuevo reparto del pastel mundial. Y como telón de fondo, el sueño americano: los Estados Unidos de Europa. En resumen, otro imperio

En cierto modo, se veía venir. El Gobierno español guardaba un as en la manga y lo ha sacado en un momento en el que su estrategia se resquebrajaba a ojos vista. Si la llegada de López a Ajuria Enea fue un auténtico escándalo que evidenció la perversidad de la Ley de Partidos, lo ocurrido con Iniciativa Internacionalista (primera ilegalización, tirón de orejas del Constitucional, buenos resultados electorales, «irregularidades», venganza mezquina y patética contra Alfonso Sastre) confirmó el fracaso de esta estrategia encaminada a hacer invisible una izquierda abertzale capaz de sortear los peores obstáculos.

Todo esto debilitó la credibilidad de la vía policial y además el atentado contra un alto mando de la Policía española en Euskal Herria evidenció que la neutralización operativa de ETA, tantas veces vendida, era una pura quimera. El tiempo se encargaba una vez más de demostrar que una no-solución basada en la acción represiva es incapaz de poner fin al conflicto.

Con una izquierda abertzale hablando de nuevos pasos hacia la resolución del mismo, necesitaban retomar la iniciativa y ha llegado la sentencia del Tribunal de Estrasburgo. Una sentencia anunciada por el propio Gobierno español y tan favorable a sus tesis que cualquiera diría que la han redactado ellos.

Este tribunal europeo confirma su decantación por las posiciones más reaccionarias en materia de derechos fundamentales y, sobre todo, aclara que a veces eso que llaman Europa no es más que una particular collage de razones de estado. A veces hemos idealizado unos tribunales que podían llegar a ser muy garantistas y duros contra Turquía cuando de condicionar las negociaciones comerciales o el proceso de entrada en la Comunidad Europea se trataba, pero que ahora mismo no tenían la menor intención de dictar una sentencia beligerante contra el Estado español y su aliado francés, en todo esto mucho más que un mero observador.

A fin de cuentas, cuando los franquistas reconvirtieron el chiringuito en «democracia», Europa miró para otro lado y recibió con los brazos abiertos a los nuevos gobernantes españoles. Ninguna institución europea cuestionó la legitimidad de un estado construido desde la legitimidad de un régimen equiparable a los de Hitler y Mussolini. Y ¿qué decir de la guerra sucia o de las denuncias de torturas? En la lucha de los estados constituidos contra los pueblos sin estado las instituciones europeas, más allá de intereses conyunturales (esta contrata de infraestructuras por aquí, este reparto de fondos por allá, un puestito en aquel consejo...), están perfectamente alineadas. Esto explica que el Tribunal de Estrasburgo diga que colocar a la izquierda abertzale fuera de la ley era necesario y conveniente mientras partidos que reclaman la herencia de Franco y otros dictadores pueden concurrir a las elecciones con total tranquilidad.

Europa e hipocresía no casan mal. Viejas potencias coloniales más o menos escocidas con el nuevo reparto del pastel mundial. Y como telón de fondo, el sueño americano: los Estados Unidos de Europa. En resumen, otro imperio. Y para cualquiera que piense como imperio golpear a un pueblo como el vasco es casi una cuestión de instinto.

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