Secuestros en Ingushetia, uno de los puntales de la contrainsurgencia rusa
La guerra de Chechenia provocó que cientos de miles de personas huyeran de sus hogares. La mayoría de los chechenos se refugiaron en la vecina república de Ingushetia, no en vano comparten lengua y religión con los ingushes. Pero no resultó tan fácil escapar de la represión rusa.
Urtzi URRUTIKOETXEA
Convencidos de que junto a los refugiados habían logrado huir muchos luchadores chechenos, las tropas federales llevaron la guerra a Ingushetia. Las operaciones iniciadas contra ciudada- nos chechenos siguieron con sus allegados ingushes, especialmente a partir de 2004. En junio de aquel año se produjeron los asaltos a las ciudades de Nazran y Karabulak, y en setiembre la toma de la escuela de Beslán. Parte de los guerrilleros de ambos ataques tenía origen ingush. Las operaciones de contrainsurgencia fueron cada vez más violentas e indiscriminadas, lo que ha convertido a esta pequeña república en la más peligrosa de toda la Federación Rusa. Hay atentados prácticamente cada día, mientras la población local acusa a la Policía, los militares y los servicios secretos de secuestros, torturas y ejecuciones sumarias, llevadas a cabo con la impunidad con la que se desarrollan las operaciones especiales.
El 18 de diciembre de 2003 Bashir Mutsulgov salió de casa de sus padres en el pueblo de Karabulak para dirigirse a la suya, a escasos cincuenta metros. Nunca llegó. Le esperaba Un VAZ Niva blanco con lunas tintadas y matrícula de la región de Stavropol del que bajaron varias personas enmascaradas, para golpearle y forzarle a entrar en el vehículo. Un testigo avisó del secuestro a la Policía local, que ordenó parar al Niva blanco cuando llegó al puesto de control a la salida de la localidad. Sus ocupantes mostraron un pase especial y continuaron por la carretera federal hacia la sede del Servicio Federal de Seguridad (FSB, antigua KGB) de la capital, Magás. Al día siguiente Mutsulgov fue conducido a la base de Jankala, cerca de Grozni, tristemente célebre por las numerosas denuncias de torturas y ejecuciones.
Magomed Mutsulgov, hermano de Bashir, podía haber optado por unirse a los boieviki, los guerrilleros independentistas islamistas que, desde Chechenia, se han expandido por casi todo el Cáucaso Norte, desde el Caspio hasta las repúblicas de Kabardino-Balkaria y Karachaievo-Cherkessia, cerca ya del Mar Negro, poniendo en jaque una y otra vez el poder ruso. Han sido muchos los familiares de víctimas de secuestros, desapariciones y y torturas que se han unido a las jamaat tras casos similares. Por contra, Magomed creó Mashr (paz, en ingush), un organismo que reúne a familiares de los casi 200 desaparecidos de Ingushetia.
El 11 de marzo de 2004 la fiscal de la república de Kabardino-Balkaria Zaida Kodzoeva recibió varias llamadas de su colega ingush Rashid Ozdoev, que acababa de enviar un informe a la oficina de la Fiscalía General de la Federación Rusa sobre la participación de la FSB en las desapariciones de personas en Ingushetia. Ozdoev le pedía a Kodzoeva que no desconectara el teléfono porque la iba a llamar. Nunca lo hizo. El vehículo en el que viajaba junto a Tamerlán Tsechoev fue tiroteado por otros dos coches desde los que bajaron hombres encapuchados y vestidos con ropa de camuflaje.
La pista se pierde en Jankala
Zurab, hermano de Tamerlán Tsechoev, explica el calvario que han vivido durante cinco años: «Sabemos que los llevaron al edificio del FSB de Magás, y de allí a Vladikavkaz (capital de Osetia del Norte), y gracias a nuestras propias investigaciones hemos conocido que los condujeron a Jankala, cerca de Grozni. A partir de ahí, no sabemos más». Las autoridades aseguran que no hay manera de establecer lo sucedido ni de identificat a los autores del secuestro, por lo que han sido las propias familias las que han llevado a cabo las pesquisas por su cuenta: «El FSB se negaba a reconocer que se los habían llevado, pero obtuvimos el nombre de uno de los agentes que participó en el secuestro. Siguiendo nuestras tradiciones, nuestra familia y la de Ozdoev enviamos una representación a la familia de ese miembro del FSB y tenemos una conversación grabada en la que explica el secuestro. El agente se retractó cuando compareció ante el juez, y éste ni siquiera ha querido examinar la grabación». Tras agotar todas las posibilidades legales en la Federación Rusa, el caso está ahora en el Tribunal de Estrasburgo.
Lo peor no había llegado para Zurab Tsechoev. Una mañana, hace un año, escuchó un gran ruido «y vi tanques desde la ventana. Pregunté que pasaba y, tras preguntarme mi nombre, me ordenaron que me tumbara y se me llevaron a mí también. Estuve sólo medio día, me golpearon, me torturaron haciendo que me ahogara. Decían que yo era el que había enviado al portal de internet ingushetia.org (cuyo dueño, Magomed Yevloyev fue detenido y muerto de un disparo en la cabeza en el coche policial en 2008) la información sobre los miembros de la FSB que participaban escuadrones de la muerte». Tras la paliza, Zurab fue puesto en libertad.
Al igual que Mashr, otros organismos como Memorial, con sede en Moscú y una oficina en Ingushetia, y la propia Human Rights Watch contabilizan docenas de secuestros y ejecuciones sumarias. Memorial contabilizó 75 raptos en 2004. Según HRW, «uno de los secuestrados apareció muerto, 23 desaparecieron y el resto, o fueron liberados tras interrogatorios y torturas o aparecieron en la cárcel de Vladikavkaz, tras confesar crímenes graves e incriminar otros residentes de Ingushetia que sufrirían el mismo destino».
A plena luz del día
Llega el hermano de Timur Yandiev, secuestrado cinco días más tarde que Tamerlán Tsechoev y Rashid Ozdoev (40 personas fueron raptadas en las mismas fechas). «Se llevaron a mi hermano en el centro de Nazran, a plena luz del día, con los vigilantes de la empresa Ingushenergo como testigos. Sabemos que los pararon en el puesto Kavkaz-20 (frontera de Chechenia), que mostraron sus carnets del FSB y les dejaron seguir hacia Grozni, desde entonces no sabemos nada más de él».
Timur trabajaba en una empresa de ordenadores, y es la única explicación que encuentran para el secuestro. «No andaba en nada, pero tenía dotes de liderazgo, era muy respetado porque no se metía en problemas, por su religiosidad, no andaba en ningún negocio criminal». De hecho, la mayoría de ingushes saben que los arrestados por corrupción y el crimen organizado quedan muy pronto en libertad. Pero Timur sigue sin aparecer. «Tenía una hija recién nacida, que se siente huérfana. Y su madre se siente viuda». Amnistía Internacional apunta a que la amistad de Yandiev con el fiscal Ozdoev y sus revelaciones sobre los abusos de la FSB podrían ser la causa de su posterior desaparición.