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El derrumbe de los Kirchner abre una nueva era en la política argentina

La rotunda derrota del matrimonio Kirchner y de su proyecto en las elecciones legislativas argentinas frente a los peronistas disidentes aliados con el liberal Pro abre una nueva era política en el país que se vislumbra que va a suponer un giro a la derecha.

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Daniel GALVALIZI Periodista argentino

El matrimonio presidencial que gobierna Argentina desde 2003 sufrió una derrota humillante en las elecciones parlamentarias del domingo pasado, dejándolos sin el control de ambas cámaras y abriendo una nueva etapa política de transición, sin vislumbrar bien aún hacia qué.

¡La paliza en las urnas puso en marcha, además, la búsqueda de nuevos liderazgos para el peronismo de cara a las presidenciales de 2011. En ese sentido, el ex presidente y ahora diputado electo, Néstor Kirchner, acusó reflejos rápidos y renunció a la presidencia del Partido Justicialista, cediéndole el lugar a su delfín, el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, evitando así que lo devorase la maquinaria partidaria que le es en buena parte hostil.

Sin embargo, 24 horas después de los comicios, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner brindó una conferencia de prensa (la segunda en sus 19 meses de Gobierno) en la que minimizó los resultados adversos, fustigó a los medios (retando incluso a los periodistas presentes) y negó que vaya a hacer cambios en su Gabinete. La autocrítica brilló por su ausencia y asustó aún más tanto a fieles como a opositores en relación al futuro de su gestión.

Un castigo contundente. Para entender la magnitud de esta pérdida de poder tan acelerada es imprescindible observar no sólo el número de bancas perdidas (se renovaron la mitad de los diputados y sólo un tercio del Senado, por lo que aún se nota en el número de escaños la buena performance electoral de 2007) sino la cantidad de votos obtenidos y los distritos en los que se perdió.

En la provincia de Buenos Aires, con 10 millones de votantes y bastión del kirchnerismo desde 2003, Kirchner obtuvo el 31% contra el 33% del empresario millonario Francisco De Narváez, de la vertiente liberal del peronismo y aliado al partido de derecha Pro, cuyo líder es el alcalde de la capital argentina y ex presidente del club Boca Juniors, Mauricio Macri.

En 2007, la presidenta había obtenido allí el 47% de los votos, lo que implica una pérdida de un millón de sufragios en un año y medio, y a pesar de que Kirchner había obligado a los intendentes y al propio gobernador a ser candidatos para que sus nombres aparecieran en la papeleta y, de esa forma, arrastrar más votos, en una jugada de dudosa legalidad.

Además de exponer su propia figura a la derrota ante un novato en el escenario que él mismo denominó «la madre de todas las batallas», Kirchner vio cómo se pulverizó su proyecto político en el resto de los principales distritos del país: en la siempre esquiva ciudad de Buenos Aires su candidato quedó en cuarto lugar con tan sólo el 11%; en la provincia de Santa Fe, en el tercer lugar con el 7%, y en Córdoba, en el cuarto lugar con un porcentaje similar.

En Mendoza y Entre Ríos -la quinta y sexta provincias más populosas, respectivamente-, obtuvieron claras derrotas, aunque con guarismos menos humillantes. Pero, como si hiciera falta algo más para simbolizar el agotamiento social con los Kirchner, el oficialismo fue derrotado en la patagónica Santa Cruz, el feudo donde ellos iniciaron su carrera y donde hegemonizan la política desde hace dos décadas.

En el resto de las provincias (que suman menos de un tercio de la población), el matrimonio presidencial o sus aliados ganaron en casi todas, pero eso no impidió que perdieran la mayoría en el Senado y quedaran como la primera minoría en número de diputados, pero muy lejos de la mayoría absoluta.

El poder cambia de manos. ¿A quiénes fueron a parar los votos que se les evaporaron a los Kirchner? Casi uno de cada tres argentinos apoyó a los candidatos del Acuerdo Cívico y Social (ACyS), una coalición socialdemócrata que reúne a los partidos Unión Cívica Radical, Coalición Cívica, Socialista y otras agrupaciones regionales.

Con una inconmensurable diferencia de recursos económicos, el ACyS logró ganar en varios distritos y se consolidó como la segunda fuerza en el Congreso, aunque el triunfo más estruendoso fue el de la alianza de peronistas disidentes con el liberal Pro, cuyo mayor éxito fue aglutinar para sí la resonante voluntad de cambio del electorado gracias a un discurso liviano, desideologizado y una monumental campaña propagandística, lo que hace suponer que lo que vendrá a futuro será un giro a la derecha.

A partir de diciembre, cuando asuman los nuevos legisladores, el poder político dejará de estar hiperconcentrado para repartirse más entre el Parlamento y los gobernadores, quienes quieren abandonar el estado de sujeción al poder central en el que está la mayoría.

Sin embargo, la magnitud del fracaso electoral llevó a que el soporte político del Gobierno comience a deshilacharse a los pocos días. Algunos elementos empezaron a aparecer sotto voce a partir de filtraciones a los medios: críticas de algunos aliados y ex aliados con reclamos de autocrítica, un rebrote disconformista en la dirigencia intermedia de la leal Confederación General del Trabajo y una amenaza latente de que algunos diputados y senadores de la bancada oficialista se pasen a la oposición.

Y es que a Kirchner lo acecha un viejo lema peronista, muy repetido en los últimos días, que es que «un peronista te acompaña hasta la puerta del cementerio, pero jamás adentro». Es decir, ningún miembro del PJ se inmolará por su jefe político de turno. Antes hará lo que deba hacer para voltearlo y conseguir un sustituto que le asegure una victoria en 2011 menos pírrica que la que puede ofrecer el ex presidente.

Como símbolo de los nuevos tiempos que corren, la poderosa Unión Industrial Argentina -leal al kirchnerismo desde 2003- ya dejó trascender que de ahora en adelante hará lobby directamente en el Congreso, dejando al costado a la Casa Rosada.

Si los Kirchner no pegan un vuelco de timón en su forma de concebir y ejercer el poder que tanto rechazo provoca, como se cristalizó el 28-J, y tampoco cambian su política económica fallida que llevó a la estanflación y 14 millones de pobres, los próximos dos años verán cómo la presidenta es convertida en una primera ministra al estilo europeo, dependiente del Parlamento, en el mejor de los casos, o en una jefa de Estado bloqueada por un Congreso rabiosamente opositor y una sociedad hastiada, en el peor.

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