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La sucesión de Qaboos es la mayor preocupación en el tranquilo Omán, el último sultanato de arabia

Las tensiones y las caras más extremas del islamismo parecen no tener cabida en el Sultanato de Omán, al que algunos comienzan a definir como un oasis dentro de una convulsa región, y donde el sosiego y la calma parecen imponerse. Con más de dos millones y medio de habitantes, la mayoría musulmanes ibhadíes, en Omán conviven más de doscientas tribus. Su mayor preocupación y posible fuente de inestabilidad, la sucesión del sultán Qaboos.

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Su privilegiada situación geográfica ha convertido a Omán en un lugar de gran importancia geoestratégica, y a día de hoy mantiene fronteras con Yemen, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Un recorrido por el país evidencia que rompe con el estereotipo dominante en Occidente sobre los otros estados de la región, y Omán no tiene, por el momento, nada que ver con las megaconstrucciones de Dubai o Doha, ni con la ostentación de lujo y riqueza de las que un día sí y otro también hacen gala las monarquías del Golfo.

Su pasado más reciente ha estado marcado por la actuación británica para condicionar su rumbo. Las diferencias tribales y familiares fueron el pretexto para que Gran Bretaña tomara partido por uno de sus protagonistas y participara militarmente. Las disputas fronterizas y territoriales con Arabia Saudí en los años 50 también influyeron en las maniobras y apoyos que desde Riyadh se impulsaron para desestabilizar a su vecino.

Por aquellas mismas fechas, Omán logró finalmente su unificación, pero la realidad de los 60 volvió a colocar al país en una delicada situación. El auge del sentimiento nacionalista y el rechazo a la ocupación extranjera afloró en toda la región y tuvo su in- fluencia en Omán. La intervención franco-británica en torno al Canal de Suez y el apoyo de Londres a la monarquía iraquí fueron dos cuestiones clave en esa coyuntura.

Se estaban forjando otros cambios en la Península Arábiga, y el rumbo que iba tomando Yemen fue determinante. La expulsión de los británicos del sur de Arabia y la aparición de un nuevo régimen progresista en la zona puso muy nerviosos a muchos.

En 1963 un ataque armado contra las compañías petrolíferas extranjeras en Omán y el posterior surgimiento del Frente de Liberación de Dhofar, definido como una «alianza de marxistas, nacionalistas árabes y miembros de tribus del sur», supuso un serio toque de atención a los intereses coloniales.

La influencia del nuevo régimen yemení también provocó un cambio en Arabia Saudí, que aunque hasta entonces había apoyado a los rebeldes varió su postura de apoyo al FDL ante el temor de que se produjeran transformaciones en cadena en la zona. Londres, viendo en peligro su privilegiada situación apoyó al sultán, lo mismo que hizo el shah de Irán. El sultán acabó venciendo a la rebelión armada a comienzos de los 70 gracias a esos apoyos y al de las tropas británicas.

Paralelamente, en esos años se va a producir un hecho clave en el moderno Omán. El hijo del entonces sultán, Qaboos bin Said al-Said, depuso a su padre y se hizo con el poder, dando inicio a una «política de modernización» y rompiendo con el aislamiento que había mantenido su progenitor. La apertura hacia el exterior, aunque tímida, se fue asentando, y si las autoridades de Muscat permanecieron neutrales durante la guerra entre Irán e Irak, años más tarde el régimen omaní apoyó logísticamente la intervención de EEUU y sus aliados en la región.

El petróleo, origen del «boom»

El descubrimiento de petróleo y su explotación ayudaron a que se diera una nueva situación. En los años 70 en Omán apenas había cinco kilómetros de carretera asfaltada, tres escuelas (sólo para niños) y un hospital (en manos de religiosos estadounidenses), pero hoy el cambio es más que evidente. En cualquier zona del país, incluidas las de más difícil acceso, hay hospitales y escuelas (aire acondicionado y transporte para que todos los niños puedan acudir a ellas). Además, la red de carreteras es la envidia de la región, y todavía se sigue desarrollando, para que las comunicaciones entre la capital, Muscat, y el sur sean cada día más fáciles. También llama la atención del visitante que la luz eléctrica llegue a casi todo el país, y el cable eléctrico permite que sea una realidad en las zonas más montañosas.

El sistema político sí guarda relación con la realidad de la región. El país está dirigido y gobernado por el sultán Qaboos, que se apoya en un sistema de walis (gobernadores locales) que son nombrados por él y constituyen la autoridad en cada distrito (waliyat). Además, el sultán cuenta con un Consejo Consultivo, de 58 miembros, que sólo puede aconsejar y comentar asuntos relacionados con la legislación, pero no toma decisiones en materia de defensa, relaciones internacionales o la industria del gas y del petróleo, que están en manos del sultán. Como ocurre en otros países de la zona, los partidos políticos no están permitidos.

En Omán rige la ley islámica (shari´a), aunque se ha buscado adaptarla a la realidad de finales del siglo XX y principios del XXI. Por eso, la rigidez e imposición religiosa que el visitantes encuentra en Arabia Saudí, Kuwait o Emiratos no es la misma que se percibe en las calles de Omán. Tal vez influya en ello el hecho de que la corriente islámica predominante en el país sea el ibadhismo, que ha estado alejado de las formulaciones más extremistas del sunismo y del chiísmo. No obstante, uno de los focos de tensión más recientes en el país ha estado ligado a esa realidad religiosa. Hace cuatro años, se produjeron decenas de arrestos de ibadhíes en Omán, a los que se acusaba de crear una organización ilegal que buscaba impulsar y constituir un Estado religioso.

El boom económico impulsado por su riqueza petrolífera ha tenido sus altibajos, condicionado por el auge o declive de los precios del crudo, pero ha facilitado un cambio en las tendencias laborales de buena parte de la población omaní. Si en la década de los 60 del siglo pasado buena parte de la población local se veía obligada a emigrar a países vecinos o a otros lugares en busca de trabajo, la situación actual es distinta, y son ciudadanos de otros países los que acceden al mercado laboral omaní.

Vestidos con sus buzos azules, los emigrantes paquistaníes, bengalíes y de otros estados componen la mano de obra que realiza los trabajos más duros. La construcción de edificios y carreteras la llevan a cabo estos trabajadores, que soportan altas temperaturas y afrontan condiciones muy duras.

La división laboral, y en cierta medida social, es evidente. La población local omaní ocupa, fundamentalmente, los puestos de la Administración y la industria energética, así como la agricultura, la pesca y el pequeño comercio. Tras ella, la comunidad india se hace visible en la banca y en buena parte de los establecimientos hosteleros que controlan por todo el país. El colectivo de emigrantes que emplea su fuerza de trabajo en la construcción de edificios e infraestructuras está dominado por paquistaníes y bengalíes, y hay una importante presencia de población filipina en el sector doméstico.

Mohammad, de origen bengalí, es uno de esos trabajadores. Vestido con la ropa tradicional de su país, que contrasta con la vestimenta local, espera su turno en una de las oficinas de envío de dinero de Muscat. , y al igual que muchos de sus compañeros comparten los paseos y las charlas tras la agotadora jornada laboral. «Es cierto que el trabajo es duro, pero es una forma de poder enviar dinero a mi familia, con la que espero poder reunirme dentro de unos meses», dice.

Al igual que muchos de sus compañeros, comparten paseos y charlas tras la agotadora jornada laboral. Apenas tienen relación con la población local. «En la mezquita sí solemos coincidir, pero luego cada grupo no se relaciona con el otro», asegura. En la calle eso se hace evidente, ya que se puede encontrar a grupos de paquistaníes o bengalíes, por un lado, y a familias locales, por otro.

Pilares del desarrollo

Aunque las bases de la estrategia modernizadora del sultán Qaboos son la salud y la educación, el cambio también se ha cimentado en otros sectores. La economía y la industria están diversificando sus potencialidades, y en estos años el sector turístico está ganando enteros, pero sin que en la construcción se estén produciendo, de momento, aberraciones similares a las de sus países vecinos. El ejemplo de esa estrategia de impulso del turismo es Nizwa, considerada por muchos como «la perla del Sultanato».

También se ha desarrollado el puerto mercancías de Salalah, aprovechando su privilegiada posición geoestratégica. Y Sohar se ha convertido en el mayor centro industrial del país, con sus refinerías y sus plantas de aluminio y otros productos químicos.

A día de hoy, esa calma y ese sosiego que se respiran en la mayor parte del país pueden estar a las puertas de sufrir un vuelco. «El futuro de Omán está estrechamente ligado al del actual sultán, que no ha tenido descendencia. La sucesión del sultán Qaboos es la mayor preocupación de la población, aunque evita hacer públicas sus dudas e inquietudes», comenta Saif.

La ausencia de herederos directos, que rompe con una tradición de más de doscientos años, puede empujar al Sultanato a una guerra por hacerse con el poder en el seno de la familia del actual sultán. Cuando llegue el momento, un consejo familiar deberá elegir sucesor de Qaboos, pero si no logran ponerse de acuerdo se nombrará a una persona elegida por el propio sultán. Pero esta decisión también puede ser rechazada por el consejo familiar, lo que daría lugar a un período de inestabilidad y pugnas internas.

Y una situación de inestabilidad en este oasis no pasaría desapercibido para muchos actores extranjeros que no dudarían en aprovechar la coyuntura en su propio beneficio, desde las multinacionales dispuestas a forzar el apoyo occidental para mejorar su posición en el reparto de las riquezas del país, hasta fuerzas islamistas preparadas para aprovechar cualquier punto de inestabilidad para desequilibrar la situación en el conjunto del Golfo.

Omán sigue inmerso en un clima de relativa calma, pero su futuro dependerá en buena medida de los pasos que se den de cara a la sucesión del último Sultanato de Arabia.

EMPLEO

En la década de los 60, la población omaní emigraba en busca de trabajo, ahora son ciudadanos de otros países los que llegan a Omán en busca de empleo. Paquistaníes y bengalíes realizan el trabajo más duro.

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