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Del G8 al Continente olvidado

Obama insta a África a «tomar en sus manos las riendas de su futuro»

Fiel a su depurado estilo y a su peculiar biografía, el primer presidente negro de EEUU, Barack Obama, respondió a las muestras de fervor en su primera visita oficial al continente olvidado instando a los africanos a que dejen de apelar a los males del colonialismo y asuman sus responsabilidades. Nuevo formato para un discurso con sabor a rancio y que obvia la responsabilidad, muy actual, de Occidente en los males que aquejan al Continente Negro.

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El primer presidente negro en la historia de EEUU, Barack Obama, instó a África a tomar en sus manos su propio destino y aseguró el apoyo de Washington en esta «ingente empresa».

Durante su primera visita como presidente al África Negra, Obama retomó el gran eslogan de su a la postre victoriosa campaña electoral, yes, you can (tu puedes), para apelar a los africanos a que dejen de invocar el colonialismo para explicar las guerras, las enfermedades, el subdesarrollo, las prácticas antidemocráticas y la corrupción en un continente «lleno de promesas y oportunidades».

«Vosotros podéis vencer las enfermedades, poner punto final a los conflictos, cambiar de raíz las cosas. Podéis hacerlo, sí, podéis», aseguró, provocando el clamor entre los diputados del Parlamento de Ghana presentes en su discurso.

«Pero ello no será posible si vosotros, todos vosotros, no asumís la responsabilidad por vuestro futuro. No será fácil. Reclamará tiempo y esfuerzos. Habrá pruebas y fracasos. Pero yo os puedo prometer esto: América estará a vuestro lado en cada uno de los momentos, como socio y como amigo».

La visita de Obama suscitó muestras de fervor popular. Cientos de personas se concentraron desde primeras horas de la mañana junto al Palacio Presidencial, donde fue recibido antes de dirigirse al Parlamento, con pancartas con el lema «Obama, eres el hijo de África. Te queremos».

«Verle antes de morir»

Entre los concentrados, Ama Agyeman, una anciana de 80 años sentada en una silla de ruedas que empujaba su nieto de 10 años, explicaba: «Quiero ver al primer presidente de América antes de morir».

El propio Obama, hijo de un keniata emigrado a EEUU para estudiar y que luego regresó a su país de origen, recordó en su discurso ante el Parlamento que corre por sus venas sangre africana, por lo que añadió que conoce el daño que el colonialismo ha hecho a África aunque matizó que fueron «el tribalismo y el nepotismo» los que bloquearon la carrera profesional de su padre.

«Es fácil señalar con el dedo»

En esta línea, insistió en que «es fácil señalar a los otros con el dedo» y fue más allá al llegar a asegurar que «Occidente no es responsable de la destrucción de la economía de Zimbabwe en el último decenio, o de las guerras en las que se enrola a niños como combatientes».

Obama, quien teniendo ancestros en Kenya eligió Ghana como un supuesto ejemplo en África de transiciones democráticas, apeló a los africanos a poner fin a los cambios brutales de régimen y a adoptar reglas de buena gobernanza. «Éste es el ingrediente que ha faltado hasta ahora en muchos lugares, desde hace demasiado tiempo. Ese es el cambio que puede desatar el potencial de África. Y esa es una responsabilidad que sólo pueden asumir los africanos».

«No se equivoquen. La historia está del lado de los valientes africanos y no de quienes emplean los golpes de estado o cambian las constituciones para permanecer en el poder. África no necesita hombres fuertes, sino instituciones fuertes», afirmó. Sin embargo, insistió en que su país no intenta imponer un sistema de gobierno a ningún país del mundo.

En su discurso, insistió sobre la noción del partenariado y prometió que persistirá la ayuda estadounidense contra las enfermedades, «porque todavía hay gente que muere por males que no deberían matar». Eso sí, anunció que lo hará reforzando los sistemas de salud locales.

«El auténtico indicio del éxito no es que seamos una fuente de ayuda que permita a la gente sobrevivir, sino que seamos socios en el desarrollo de la capacidad de cambios transformadores».

En su discurso, Obama también mencionó los graves conflictos armados que afectan a varios países del continente. «Cuando hay un genocidio en Darfur y terroristas (sic) en Somalia no se puede hablar de problemas exclusivamente africanos; son desafíos a la seguridad global y requieren una respuesta global. Por eso, estamos dispuestos a colaborar mediante la diplomacia, la ayuda técnica y logística y a apoyar los esfuerzos para que los criminales de guerra rindan cuentas».

Siguiendo con la idea-fuerza de su discurso -la de que los africanos se hagan cargo de sus asuntos-, el presidente estadounidense instó a la creación de «una arquitectura regional de seguridad que sea fuerte y pueda poner en marcha una fuerza transnacional eficaz cuando sea necesario».

Horas después, Obama y su esposa, Michelle -ella misma descendiente de esclavos- visitaron el fuerte esclavista de Cape Coast, desde donde miles y miles de africanos fueron llevados a Europa, América y el Caribe en un viaje sin retorno.

Obama aseguró haber visto el lugar con un sentimiento agridulce: «Con una profunda tristeza», aunque a la vez como «el lugar donde nació «la experiencia negra» estadounidense».

Enésima promesa del G-8 para aumentar los fondos contra el hambre en el mundo

La cumbre del G-8 en L´Aquila bajó el telón el pasado viernes con la promesa de un nuevo plan contra la crisis alimentaria y el hambre, que en el marco de la crisis global no hace sino aumentar.

Al contrario que en la cumbre de 2008, en la que los países más industrializados del Planeta desoyeron los llamamientos desde África para que otorgaran más ayuda a los países empobrecidos, el anfitrión de la cita de este año, el italiano Silvio Berlusconi pudo anunciar -solemne pese al escándalo por sus correrías multimillonarias de fin de semana- un nuevo fondo contra el hambre con 20.000 millones de dólares (14.200 millones de euros).

Realmente, la propuesta de crear este fondo la llevó Obama en su agenda a la ciudad italiana. El presidente estadounidense había cifrado su plan en 15.000 millones de dólares, incluyendo una cláusula por la que se dará prioridad a otorgar subvenciones a pequeños agricultores para mejorar sus cultivos.

La promesa del fondo se amplió en 5.000 millones de dólares más con los anuncios de aportaciones de los países europeos que no forman parte del selecto club de las ocho economías más potentes (realmente de las siete, ya que Rusia es un invitado en razón de su potencial militar y estratégico).

El problema es que muy pocos de los concernidos por el plan concretaron sus respectivas aportaciones. Y no sería la primera vez que promesas grandilocuentes se quedan luego en casi nada. Los países africanos han visto en los últimos años cómo se desinflaban semejantes anuncios, o se convertían en ayudas raquíticas gracias a la muy creativa contabilidad de los países donantes.

La situación en los países empobrecidos no se merecería una nueva trampa. Según la ONU. la actual crisis global condenará este año al hambre extrema a 100 millones de personas. Uno de cada seis habitantes del Planeta estará afectado por la hambruna.

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