Taxis y triciclos chocan en la carrera por el control del asfalto londinense
Un nuevo inquilino se ha colado en las calles de Londres: el «rickshaw». Este original medio de transporte ha puesto en peligro el monopolio del que el veterano taxi negro de Londres, más conocido como «black cab», goza desde hace décadas.
Iraia OIARZABAL
Las calles de Londres se han quedado pequeñas ante las trifulcas que en los últimos meses se están dando entre los famosos taxis negros, ineludible símbolo de la ciudad más conocidos como «black cabs», y los «rickshaws», esos simpáticos triciclos originarios de Asia que circulan desde hace unos años por la vía londinense. Los «pedicabs», nombre con el que se conoce a los «rickshaws» en Londres, se han convertido desde hace unos años en una alternativa de transporte atrayente y ecológica. Así, los «black cabs» se han encontrado con un rival que va ganando cada vez de más posición en el asfalto de una ciudad famosa por su variedad cultural.
Es en West End, el célebre barrio de los teatros de la ciudad, donde más éxitos ha cosechado este curioso medio de transporte, dando un toque de orientalización a una zona transitada sobre todo al anochecer. Los bici-taxis se apostan en áreas tan animadas como Soho, Covent Garden o Leicester Square, donde cada vez son más los que optan por los «pedicabs» para realizar trayectos cortos tras una agradable sesión de teatro o una larga noche de juerga. Esta alternativa con la que se ahorra tiempo de espera y dinero, se ha convertido para muchos en una bonita forma de disfrutar de un paseo nocturno por las calles londinenses.
Los «rickshaws» empezaron a rodar por las calles de la capital en 1998, cuando el operador Bugbugs estrenó una flota de 18 ciclocarros con el fin de dar un empleo «verde» a jóvenes parados. A medida que pasan los años, esta alternativa ecológica se ha convertido en una industria cada vez más competitiva y lucrativa. Hoy en día hay más de 20 compañías y alrededor de 600 ciclocarros, dotados ya muchos de ellos de publicidad. Según informa Friedel Schroder, portavoz de Bugbugs, el 70% de los chóferes son jóvenes estudiantes que están completando la carrera universitaria o mejorando su inglés. Los datos facilitados por esta agencia indican que la gran mayoría de los ciclistas proceden de Europa del Este, Turquía y América Latina, muchos de ellos con grandes dotes comunicativos que hacen el trayecto más ameno a los conductores.
De acuerdo con un sondeo realizado a 1.400 europeos, los taxis de Londres son los más seguros del mundo, por encima de los de Tokyo o Nueva York. Los encuestados opinan que los taxistas conocen la ciudad a la perfección y saben perfectamente que camino han de tomar para evitar atascos. No obstante los usuarios lamentan el elevado precio que los choferes cobran por cada carrera. A pesar de los buenos resultados obtenidos en los sondeos, los «black cabs» se sienten cada vez más desafiados ante la amenaza de los simpáticos triciclos. Los famosos taxis negros temen perder la exclusividad de la que hasta ahora gozaban por la rúa londinense. Ante este peligro, la Asociación de Conductores de Taxi con Licencia (LTDA) ha emprendido una lucha para forzar la prohibición de los «pedicabs». Aunque los triciclos no han causado hasta ahora accidentes serios, los taxistas se afanan en recordar que en diciembre pasado un peatón se salvó de milagro de un atropello por un ciclocarro descontrolado que colisionó con un restaurante en Soho. Como consecuencia de ello, la Policía detuvo en una redada a seis ciclistas y requisó varios «rickshaws» trucados con baterías que aumentan su velocidad. Asimismo, los taxistas han denunciado que algunos conductores no respetan las normas de circulación.
La guerra entre «el Goliat del motor» y «el David de los pedales» tiene como telón de fondo el limbo legal de los «pedicabs», ya que el sector carece de una regulación específica. En 2003, el Tribunal Superior de Londres desestimó una demanda de la LTDA para imponer a los «rickshaws» un sistema de licencias y precios fijos como el de los «black cabs». Ante estos fallidos intentos de sacar los triciclos de las calles, los taxistas están que echan humo y afirman que los «pedicabs» son un verdadero peligro para la ciudadanía por sus hábitos a la hora de circular por las calles, acusándolos de saltarse semáforos a una velocidad de hasta 30 kilómetros por hora. También acusan a los triciclos de emplear inmigrantes ilegales y de cobrar tarifas abusivas. No teniendo suficiente con esto, comparan esta forma de transporte en Londres con el uso de los carros impulsados por pedales en países del tercer mundo y afirman que «mientras el Tercer Mundo hace lo posible por acabar con el último de esos degradantes artilugios impulsados por pedales, operadores sin escrúpulos obstruyen las calles de la Metrópolis con esas mismas bicicletas lentas que frenan el tráfico».
Frente al poderoso «lobby» de los taxis, los triciclos han unido sus fuerzas creando la Asociación de Operadores de Pedicabs de Londres (LPOA), que se rige por un código de conducta voluntario que vela por proteger el negocio con seguros, dando entrenamiento a los chóferes y cotejando que toda su documentación esté en regla. Así, Mawa Rodríguez, administradora de la firma London Rickshaws y reputado miembro de la LPOA, admite que «no todos cumplen con las reglas» y aboga por una ley que regule y defienda a la «parte honrada de la industria».
Mientras el tira y afloja entre «black cabs» y «pedicabs» continúa adelante, la opinión entre turistas y residentes se divide entre ambas alternativas. Hay quienes optan por tomar el clásico taxi negro para realizar trayectos en la ciudad y conocer así unos de los más celebres símbolos de la capital inglesa. Muchos los califican de imprescindibles y añaden que una visita a Londres carece de sentido sin haber montado en uno de estos flamantes vehículos. Otros, buscando quizá una alternativa más económica o guiados por el encanto de un paseo al aire libre, prefieren tomar esta curiosa alternativa, bien sea para gozar de una ruta turística, un paseo por la noche londinense o para realizar el trayecto de vuelta a casa de una manera más ecológica. Lo que está claro es que ni unos ni otros parecen estar dispuestos a echar el freno en esta carrera por afianzar su hueco en la calzada de la metrópoli inglesa.