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Jesus Valencia Educador Social

El borracho de Guayaquil

El señor López sabe, mejor que nadie, que está hipotecado a la ultraderecha y que, como la realidad lo confirma a diario, tiene que someterse a los dictados de ésta

El actual Gobierno Vasco, en sus primeros meses de andadura, me ha impresionado por su arrogancia. Llamativa la farruquería de López, que ha llegado al cargo por la puerta de la usurpación; sorprendente la prepotencia de un equipo de gobernantes a toda luces ilegítimo. Uno y otros hacen gala de un respaldo político y de una solidez ética de la que carecen. Así es como, sin pretenderlo, me han traído a memoria la pintoresca anécdota del borracho de Guayaquil.

Quien esto escribe, vivía a la sazón, en un gigantesco suburbio de aquella ciudad portuaria. Las escasas farolas de la calle se compensaban con los implacables mosquitos y los resbaladizos barrizales. Aquella era una noche de calor agobiante y de lluvias torrenciales que, al chocar con las uralitas de los tejados, provocaban un ruido ensordecedor. Incapaz de conciliar el sueño decidí asomarme a la ventana y contemplar el chapoteo de la lluvia sobre las charcas de una calle solitaria. En la penumbra de un alumbrado bajo mínimos, observé que un hombre avanzaba con dificultad. Pronto comprendí que a los impedimentos del poco asfalto había que añadir los del mucho alcohol. Quiso la casualidad que, cuando el solitario caminante llegaba a la altura de mi ventana, surgieron dos sombras de una bocacalle de al lado. Lo que parecía una casualidad, pronto demostró ser una asechanza; los dos malandrines se acercaron al borracho, lo derribaron y comenzaron a despojarle de sus escasas pertenencias. Creí que era necesario y suficiente dar unos gritos para impedir el desvalije. Los rateros, sorprendidos por la cercanía de un observador con el que no contaban, abandonaron a su presa y salieron despavoridos. El borracho, creyendo que había sido su enérgica reacción la que disuadió a sus asaltantes, se levantó enlodado pero crecido. Se perdió tras ellos por una calluela oscura amenazando con darles un escarmiento si los encontraba.

Crecido está, y en exceso, el actual Gobierno Vasco. Hace gala de una ostentosa prepotencia con la que intenta encubrir su debilidad. Presenta como suya una estrategia que tiene otro padre. El PSE se ha convertido en el ejecutor obediente de la «hoja de ruta» que diseñara el despreciable Bush. Lo de que el terrorismo es expansivo y global, lo de la guerra preventiva contra el eje del mal, que la confrontación no admite otra solución que la derrota del adversario... son las esencias del pensamiento caduco de un fanático. Doctrina fascista que fue copiada por la España de Aznar y que está siendo ejecutada por los socialistas con vergonzoso seguidismo. López es deudor del PP en la estrategia que sigue y en el gobierno que detenta. Sus poses, aparentemente imponentes, son simple ejercicio de pavoneo; los animales, cuando se sienten débiles, ahuecan sus plumajes o pelambreras para aparentar más de lo que son e intimidar al adversario. El señor López sabe, mejor que nadie, que está hipotecado a la ultraderecha y que, como la realidad lo confirma a diario, tiene que someterse a los dictados de ésta.

Sin grandes elucubraciones, ya le recoge la sabiduría popular en uno de sus acertados refranes: «Dime de que alardeas y te diré de qué careces».

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