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El eterno debate de las plantas medicinales, ¿remedios o problemas?

Medicina alternativa, natural, pseudomedicina, charlatanería... ¿Remedios o problemas? Es la pregunta que se hicieron en unas jornadas médicas de la comarca sanitaria de Bilbo, donde farmacéuticos ofrecieron su parecer sobre el uso de las plantas medicinales, muy extendido pero no exento de lagunas y desconocidos riesgos. 

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Joseba VIVANCO I

La Ley española de Garantías sobre los medicamentos contempla que las plantas medicinales que se presenten con utilidad terapéutica, diagnóstica o preventiva tendrán que seguir el mismo camino que las fórmulas magistrales y ser prescritas por un médico y elaboradas en una farmacia o por métodos industriales, es decir, en su correspondiente cajita como cualquier fármaco.
«Hasta ahí la ley empieza bien...», matiza Juan del Arco, director técnico del Colegio de Farmacéuticos de Bizkaia. Pero a renglón seguido los legisladores abren la puerta a que se puedan «vender libremente las plantas  tradicionalmente consideradas medicinales que se ofrezcan sin referencia a enfermedades terapéuticas, diagnósticas o preventivas». Es decir, que si no indican para qué sirven –de eso ya se encargan quien las vende en un mercadillo o en una herboristería–, no deben pasar el severo control de cualquier medicamento. «Es como si yo te vendo una aspirina sin poner en la cajita que es para el dolor de cabeza; entonces no se considera medicamento. Y esto, si lo trasladamos a plantas medicinales, conduce a que todo el monte sea orégano», denuncia este experto.
Las jornadas médicas que cada año organiza la Comarca de Bilbao de Osakidetza incluyeron este año un tema que suscita mucha expectación entre el personal sanitario. ‘‘Plantas medicinales: ¿Remedios o problemas?’’ fue el título del debate sobre un tema en el que apenas se hace hincapié y de forma particular en la medicina de atención primaria, la que está en contacto diario con los pacientes.
La trascendencia de este extendido hábito no es baladí si tenemos en cuenta que, según las encuestas, una de cada tres personas en el Estado español reconoce consumir habitualmente preparados de plantas medicinales y, peor aún, la gran mayoría las adquiere en lugares sin regular o ilegales. Y su médico de cabecera ni se entera.

Medicina sólo hay una
La utilización de plantas curativas se remonta a los albores de la civilización. No en vano, detrás de muchas medicinas están las propiedades de muchas plantas. Pero el interés por estos llamados remedios caseros, que estuvo olvidado durante un tiempo, en la actualidad ha resurgido con enorme fuerza en Occidente. La diferencia está en que ya no son «recetados» por la abuela. Y que este auge que no deja de ser observado con recelo tanto por el mundo de la ciencia como por el de la propia medicina.
«No estoy en contra de las plantas medicinales», adelanta Del Arco, pero como no se cansa de repetir, «lo natural no es sinónimo de bueno». Incluso pone peros a esa etiqueta genérica de «productos naturales», porque resulta evidente que nadie se come una manzanilla recién cortada o mastica ajo como si fuera chicle.
De lo que no cabe duda es de que el uso de plantas medicinales está más que extendido, sujeto a una tradición cultural difícil de cuestionar. Se usan para casi todo. Y el problema es que muchas veces ni se sabe bien por qué o para qué. El té verde se utiliza mucho hoy para el adelgazamiento y, sin embargo, el único estracto de esta planta que llegó a comercializarse como medicamento tuvo que retirarse al poco tiempo al descubrirse efectos adversos. «Es decir, el té verde sigue en el mercado sin control y todos diciendo que es buenísimo para el adelgazamiento, sin pruebas», denuncia.
Y cuando hablamos de plantas para el adelgazamiento, hablamos también de productos para el resfriado, la astenia, el insomnio, el estreñimiento o para tratamientos más crónicos, como la artrosis o la hipertensión. «La fitoterapia, como así se denomina la aplicación de estos remedios, no es en ningún caso una medicina alternativa, porque medicina sólo hay una, ni hay complementarias ni alternativas», insiste en dejar claro el farmacéutico.
Lo que sí se puede hacer es «integrar» esa fitoterapia en la sanidad de Atención Primaria de manera que el médico o la enfermera, o el propio farmacéutico, sepa qué toma su paciente y cómo puede interactuar con otros medicamentos que pueda tomar. «Porque podemos identificar múltiples interacciones de esas plantas con la terapia convencional», advierte otro farmacéutico que participó en esa jornada, Juan Ignacio Güenechea.
El problema, según él, es que «el paciente suele tomar plantas medicinales y el médico ni lo sabe, porque encima el paciente no asume que está tomando un medicamento que puede interactuar para mal con respecto a los que le haya prescrito su médico». A juicio de este experto, «nos enfrentamos a una herencia cultural con un alto grado de satisfacción por parte del usuario. Por eso será muy difícil desarraigar ese consumo».
Sin embargo, ese poso tan enorme entre la gente a la hora de acceder a estos remedios no evita que, como denuncia el farmacéutico Juan del Arco, «no haya una ‘fitovigilancia’, nadie vigila lo que se vende». Su ejemplo más práctico es el de los habituales puestos de venta de plantas medicinales en mercadillos y, últimamente, mercados medievales. «Esa venta está prohibida por ley. Yo aconsejo a cualquier sanitario que cuando los vea, lo denuncie a los agentes municipales. En Bizkaia lo hemos hecho y se está notando».

Riesgo y contraindicaciones
De las plantas medicinales se utiliza el vegetal entero, una parte, un producto. Se venden en sobres, cápsulas, jarabes, gotas y hasta supositorios. El extracto de la planta, tras su correspondiente secado, troceado o pulverizado, puede ser hasta cinco veces más activo que la planta original. ¿Dónde radican, entonces, los riesgos? «En que la mayoría de veces es automedicación pura y dura», cuestiona Del Arco. No sólo eso, sino que la mayor parte se adquiere fuera del canal sanitario. Dicho en otras palabras, no hay de por medio un consejo profesional y, por si fuera poco, tampoco nadie advierte de las contraindicaciones. «Te lo venden como natural y no pasa nada. Si tú pides cien productos de éstos en una herboristería, nunca te dirán qué riesgos tiene. ¡Como es natural!  –ironiza–. Sí, pero también los terremotos son algo natural...»
Pero, ¿quieren decir entonces que estos productos tienen más riesgo que otros medicamentos? «No, la mayoría tienen unas concentraciones muy bajas, pero los hay que pueden ser peligrosos –matiza–. El problema es que no se someten a ningún control, que la dosificación está totalmente descontrolada y que, por ejemplo, en los mercadillos y ferias nadie te garantiza dónde han sido cogidos, porque pueden estar contaminados», explica.
El usuario, el paciente, tiene la última palabra en todo caso, aunque es cierto que todo el tema se ve envuelto en un halo de tradición oral y de convincente márketing de venta que resulta claramente incitante. «Tenemos la ilegal venta a granel y el engañoso saco sin fondo de los complementos alimentarios, sospechosamente parecidos a los medicamentos y que parece que curan ya sólo con el nombrecito de ‘Natur...’ o ‘Sana...», advierte Del Arco.
Su receta final, por tanto, se resume en que todo lo natural no significa sano. Y en que, como reza el tradicional prospecto de los medicamentos convencionales, consulte antes con su médico o farmacéutico.
Teresa GONZÁLEZ DE LA FE I Socióloga de la Universidad de la Laguna

Doctora del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales de la La Laguna, es una ponente habitual del curso anual que sobre ciencia y pseudociencias organiza esta Universidad canaria, donde ha coordinado debates sobre las «medicinas alternativas».

«Los remedios vegetales caseros no pueden sustituir  a la medicina científica»

Fitoterapia. ¿Pseudomedicina, medicina complementaria...?

La fitoterapia se clasifica a sí misma como «medicina alternativa» y figura en todos los repertorios de cursos, jornadas y ferias sobre estos temas, al lado de las flores de Bach, la aromaterapia y demás pamplinas. Su clasificación como pseudociencia radica en que ignora absolutamente a la biología, la bioquímica y otras disciplinas y parte de conocimientos tradicionales no soportados por investigación científica.

¿En qué basa, entonces, sus beneficios?
Su definición estricta es que es una terapia basada en las plantas o elementos vegetales. La capacidad curativa de muchas plantas es algo conocido desde tiempos inmemoriales y se siguen usando remedios vegetales para aliviar malestares: la manzanilla, el tomillo, la tila, el poleo, etcétera, forman parte de casi todos los hogares para atender pequeñas molestias.  Otra cosa es, desde luego, considerarla una alternativa a la medicina científica, mal llamada por los «alternativos» medicina tradicional. La medicina tradicional es la de los remedios caseros, la de los curanderos y sanadores. Por ello, una cosa es que muchos medicamentos usen principios activos de origen vegetal, aunque estén sintetizados en laboratorio, y otra es que se diga que el cuerpo se cura solo y que con remedios vegetales diversos se puede sustituir a la medicina científica moderna.

Pero siempre escuchamos ese argumento de que ya los chinos o los egipcios utilizaban tal o cual planta...
Algunas plantas no tienen propiedades saludables. Son venenosas o inocuas. Que una taza de tila nos relaje no debe suponer sustituir el tratamiento de enfermedades nerviosas por la tila administrada por nosotros mismos a nuestro criterio. El engaño radica en que los supuestos profesionales de estas pseudomedicinas no tienen conocimientos médicos, aprenden la fitoterapia rápidamente en cursos de verano en los que se imparten también otras terapias similares. Los chinos y los egipcios no son prueba de nada, son simplemente un argumento de autoridad. Podríamos decir que la medicina medieval se basaba en las sangrías y las sanguijuelas, en las cuatro clases de bilis y otros conocimientos que hoy sabemos fehacientemente que son falsos.

Pero vemos cada día más productos a base de plantas a la venta en las farmacias.
Que algo se venda en una farmacia no supone que esté avalado por la ciencia. Las farmacias son comercios y venden lo que se demanda por el público. Durante mucho tiempo las pulseras magnéticas que todo lo curaban se vendieron en farmacias y todo el mundo usaba una. Ya han pasado de moda y ahora en las farmacias venden baba de caracol, fármacos homeopáticos y píldoras vegetales de todo tipo. Insisto: el problema viene cuando se deja de lado la consulta al médico y ponemos nuestra salud en manos de ignorantes con ánimo de lucro. Entiendo que la gente desespere con la medicina pública, pero ése es un problema de organización y recursos, no de ciencia; es algo que debe solucionar la administración, no la comunidad científica.

¿Y cuál es la actitud de la comunidad médica, difiere de la farmacéutica?

Los colegios de médicos suelen ser muy tolerantes con las medicinas mal llamadas alternativas siempre y cuando las practiquen licenciados en medicina.  También puede verse cómo las Facultades de Medicina y las Escuelas de Enfermería cada vez con más frecuencia organizan cursos de estas cosas dándoles un marchamo de rigor científico y de respetabilidad académica. Es lamentable,  pero sucede. Los colegios de farmacéuticos hacen lo mismo y tratan de satisfacer las demandas sociales al respecto. En todos estos casos, siempre es mejor que la fitoterapia esté en manos de profesionales con formación científica. J.V.馘
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