A pesar que durante la mañana había habido menos afluencia de gente que en años anteriores, ésta ha sido una de las Diadas con más manifestantes en los actos de la tarde, sobre todo marchando tras la pancarta de la izquierda independentista y de la de las entidades soberanistas.

Quien se llevó la peor parte de la jornada fue ERC, que congregó a unos pocos cientos de seguidores. El mensaje con el que los republicanos salieron a la calle en esta ocasión, «Estamos construyendo un Estado propio», parece que no conectó con una parte importante de las personas que acostumbran a unirse a su bloque en la convocatoria anual.

Ante un discurso de su presidente, Joan Puigcercós, centrado en subrayar la labor del partido en la Generalitat, en muchos manifestantes pesó más el hecho de que han sido los poderes del Estado español quienes han estado recortando el Estatut de autonomía o quienes han decidido, en última instancia, que mañana domingo la Falange se manifieste en Arenys de Munt, pero que su Ayuntamiento no pueda prestar apoyo a la consulta independentista.

Así que para muchos de los manifestantes que acostumbran a situarse detrás de la pancarta de ERC, ayer resultó mucho más atractivo el lema «Somos una nación y queremos Estado propio», que portaban las plataformas soberanistas. Convocaban por segundo año, en esta ocasión con más éxito aún que el anterior. Sin duda, en un país donde el Barça continúa siendo más que un club, tuvo gancho que el presidente barcelonista, Joan Laporta, aguantara la pancarta, junto a otras personas referentes de los ámbitos de la comunicación y la cultura.

La Diada de ayer, pues, arrojó elementos sobre los que ERC deberá reflexionar. Es cierto que salió a la calle la parte del electorado más militante, que se encontró mucho más a gusto con las que consignas a favor de la independencia que apoyando el pacto de los republicanos con Montilla. Pero no es menos cierto también que este electorado es muy activo en la difusión del discurso, especialmente a través de las redes sociales en internet, y que se ha convertido en un elemento de presión constante sobre ERC, con el fin de que que adopte posturas más firmes frente a Madrid y el PSC.

Además, hubo otro elemento que deberá tener en cuenta. Si ERC optó por mantener un espacio diferenciado de las plataformas cívicas con un mitin final propio, los militantes de Reagrupament se dispersaron dentro de la marcha soberanista con camisetas identificativas.

Esta formación, Reagrupament, está liderada por Joan Carretero, escindido de ERC hace algunos meses con un mensaje nacional mucho más definido, pero mucho más difuso en el plano social. Los «reagrupats» ya han anunciado su intención de concurrir las próximas elecciones autonómicas, en las que van a competir, sobre todo, con ERC (aunque también con CiU) por el voto catalanista. Al margen de la credibilidad que cada cual le dé a las encuestas, ayer mismo el diario «Público» daba a conocer la que había encargado para Catalunya, que vaticina para ERC una caída de 21 a 11 escaños.

Precisamente a estas plataformas soberanistas que han sabido hacerse un lugar en los debates mediáticos, iban dirigidas las palabras de Martí Mayoral, quien participó el mitin final de la marcha de la izquierda independentista en nombre de todas las organizaciones del movimiento (CUP, Endavant, los jóvenes de Maulets y CAJEI, los estudiantes del SEPC y la organización antirepresiva Alerta Solidaria). «A estas plataformas que se apuntan al carro independentista les decimos que bienvenidos, compañeros, ya era hora», exclamó.

Según los organizadores, hasta 7.000 personas marcharon tras su pancarta con el lema «Unidad popular hacia la independencia y el socialismo».

Desde el escenario, Mayoral se refirió al referéndum de Arenys de Munt, para destacar que en este municipio, la CUP (la candidatura de la izquierda independentista) tiene un concejal; y añadió que, por el contrario, en el Parlament están ERC y CiU, y ninguno de los dos ha propuesto un referéndum independentista para todo el país.

Un concierto puso fin a una jornada que finalizó con los ojos puestos en Arenys de Munt y en el fallo del Tribunal Constitucional sobre el Estatut que no termina de llegar nunca.