Maite SOROA | msoroa@gara.net
Nervios y referéndum
Lo de Arenys de Munt les ha puesto de los nervios, aunque alguno como Ildefonso Ussía trate de frivolizar para que no se les note. En tono pretendidamente burlón, el columnista de «La Razón» proponía repetir el referéndum en plan de fiesta: «El año que viene, Laporta de pregonero en catalán e inglés, para darle un toque internacional a una celebración tan pueblerina y paleta. Pero lo pueblerino y paleto, si se monta bien, puede ser muy divertido. Casetas con urnas para votar cualquier asunto, casetas con bebidas rebajadas de precio, casetas con políticos catalanes firmando sus libros, casetas con indígenas de las selvas amazónicas traídos por Carod expresamente para catalanizarlos...». Ya ven qué sentido del humor tiene el tío.
No lo veía tan claro su compañero de centuria César Vidal. A éste se le veía más preocupado: «a partir de hoy, mis pies no pisarán Arenys de Munt; no compraré un solo producto que venga de Arenys de Munt; y me opondré sistemáticamente con todos los medios a mi alcance a cualquier iniciativa que pueda ir en beneficio de una población que desea desgajarse de mi patria con la misma frivolidad del que se toma una caña en un bar. Si desean ser independientes que lo sean, pero no a costa de seguir aprovechándose de los españoles decentes». Seguro que en Arenys no le echan de menos.
El editorialista del mismo rotativo no disimulaba su angustia porque «con la senda despejada y abierta, existe el riesgo real de un efecto contagio y de que otros desafíos soberanistas similares se sucedan contra el ordenamiento constitucional. Entonces, habrá que actuar y ya veremos a qué precio, so pena de que se conceda una especie de barra libre para que estos grupos campen a sus anchas. Por ello, no se pueden relativizar o minimizar los acontecimientos de Arenys de Munt».
Y también el editorialista de «El País» se tentaba la ropa, aunque éste intentaba tranquilizar a los suyos: «Proclamas al margen, la amenaza secesionista no parece inmi- nente. Según las encuestas oficiales, el porcentaje de catalanes que se confiesan partidarios de la independencia no alcanza el 20%, si bien es cierto que en los últimos cuatro años han crecido más de cinco puntos». La cosa, pues, va a buen ritmo.