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Las denuncias de falta de control en el canal de Ordunte no cesan

La situación del canal de Ordunte preocupa a los responsables del Consistorio bilbaino a quienes desde sectores ciudadanos se les acusa de «falta de control» sobre una infraestructura que abastece al 65% de la población de la capital. Las voladuras en la antigua Mina Primitiva, donde se asienta la incineradora, pueden ahora pasar factura a la conducción.
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Agustín GOIKOETXEA |

Las informaciones sobre el estado del canal de Ordunte no son nuevas, aunque las noticias que han trascendido acerca de la voluntad de los responsables del Ayuntamiento de Bilbo de desviar la conducción bajo la incineradora no hacen sino recordar la deficiente política de mantenimiento de esta conducción de 40 kilómetros de longitud entre el embalse burgalés y el depósito de Elejabarri, así como las inversiones millonarias que se han efectuado en ella.

Fuentes municipales inciden en que los estudios encargados ahora para barajar la posibilidad de modificar el trazado del canal bajo Zabalgarbi van en la misma línea que los planes que se apuntaron en la década de los 90, antes de levantarse la incineradora, para construir un «sarcófago» de forja sobre la tubería de hormigón en masa de 1933. «Las palabras se las llevó el viento», señalan.

Para entonces, según las fuentes consultadas por GARA, las «numerosas« voladuras efectuadas durante la explotación de la cantera Mina Primitiva -sobre la que se asienta Zabalgarbi- habían comenzado a pasar factura a la estructura del canal. «No en vano han sido décadas de laboreos y tránsito de maquinaria pesada por encima del nivel de este acueducto, vital para el abastecimiento de Bilbao, a lo largo de todo su recorrido en el tramo de la cantera», explican.

Otra actividad negativa es, declaran, los vertidos de la planta de Hormigones Basurto, ubicada varios metros por encima del canal, a escasa distancia de Zabalgarbi. Los vertidos por esta ladera son «históricos y heredados de la cantera de Emular (Miguel de la Vía)». A pesar de las denuncias de organismos ecologistas y vecinales, «a día de hoy siguen arrojándose vertidos derivados de productos hormigonados, encima del canal de Ordunte, con total impunidad de una empresa que sabe que el Ayuntamiento pasa de todo».

La pretensión de remodelar el canal no se entiende cuando en 1997 finalizaron los trabajos de restauración que fueron financiados por el Ejecutivo de Lakua. Con estas obras, el entonces alcalde, Josu Ortuondo (PNV), pretendió terminar con las fugas en una red sin mantenimiento. Aquella intervención no fue «modélica», recuerdan, ya que «al poco de haber reparado las tuberías de los sifones, hubo que cambiar tramos enteros de las que eran más recientes -de 1964- y supuestamente más nuevas que la original de 1933».

La ausencia de mantenimiento ha sido la causa principal a actuaciones puntuales en el canal, al margen de los daños causados por el bombardeo sobre el sifón de Kortatxu -durante la guerra de 1936- y por los corrimientos de una ladera en La Cuadra -en setiembre de 1963-, que obligaron a desviar parte de la conducción hacia el interior y recientemente volver a rehacerla parcialmente por el exterior.

«El Ayuntamiento ya está pensando en remediar un problema que han generado otros, además del propio Consistorio, algo muy típico de esta Alcaldía», denuncian. Un ejemplo que sustenta estas críticas es la ausencia de un «control efectivo» de las actividades en el entorno del canal, que permiten -enumeran- la instalación de una explotación ganadera pegada a la tubería o una incineradora sobre ella.

Quienes pretenden velar por la seguridad de la principal fuente de abastecimiento de agua del Botxo sí reconocen que se han acometido algunas intervenciones adecuadas, como señalizar el paso del canal con baliza. A este respecto, apostillan que «de nada sirve esto si luego los camiones de extracción de pinos golpean los tubos machacándolos». Un caso se produjo en abril de 2008 en el sifón de Rekalde, en Gueñes, que originó una fuga de agua importante.

Citan que las barreras que se han instalado para evitar el paso de animales y vehículos ajenos a los servicios municipales de mantenimiento son derribadas y «no son repuestas» como en Kastrexana. Las alambradas antianimales -añaden- tampoco impiden que los animales defequen junto a algunos de los registros de acceso a la tubería.

Fisuras y vertidos

Fuentes municipales barajan que la actividad en la cantera Mina Primitiva, donde se asienta Zabalgarbi, ha podido contribuir en la salud de la conducción. Al margen de la hipotética amenaza de contaminación de la incineradora, se apunta a los vertidos de una planta de hormigón.

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