Es difícil de creer que hace apenas una década el Sevilla fuese uno de los equipos ascensor de la Liga. Un club que tocó fondo con el cambio de milenio, cuando volvía a caer a Segunda y se veía, además, acuciado por una crisis económica que incluso hacía dudar sobre la supervivencia del club.

Ocho años y algunos meses después de que el equipo dirigido entonces por Joaquín Caparrós culminase una temporada espectacular con el regreso a Primera, todo aquello se ha convertido en un mal recuerdo. Poco tiene que ver con aquél un Sevilla que ha volteado su situación económica y deportiva; siempre estrechamente ligadas y más aún en el caso de la entidad hispalense.

Con Monchi como cabeza visible, el equipo que hoy visita San Mamés se ha convertido en una suerte de observatorio astronómico. No hay temporada que no encumbre a algún jugador desconocido hasta entonces -bien proveniente de su propia cantera, bien de cualquier otra Liga-, con doble beneficio para el club. Por un lado, los andaluces se han situado en primera línea tras el binomio aparentemente imbatible Barcelona-Real Madrid, con el tercer puesto de la pasada temporada o de la 06/07, la Copa de 2007 o los títulos continentales de los últimos años.

Por otro, esa inagotable capacidad que demuestra para encontrar perlas en el lodo le permite ir renovando su plantilla de año en año sin apenas perjuicio deportivo y con un asombroso beneficio económico.

En apenas un lustro se ha embolsado más de 13o millones de euros en concepto de traspasos, frente a una inversión considerablemente inferior. Operaciones traumáticas en algún caso, bien por el desacuerdo de la afición, bien por complicaciones en las negociaciones. Pero operaciones absolutamente rentables en todos los sentidos.

El paradigma puede ser el de Julio Baptista. Llegó a Sevilla en 2003, previo pago de 3 millones de euros al Sao Paulo; dos temporadas y 37 goles después, el club se embolsó 27 millones por su traspaso al Real Madrid. No son menos significativos los casos de José Antonio Reyes (el Arsenal pagó 30 millones), Sergio Ramos (al Real Madrid por 25), Christian Poulsen (llegó con la carta de libertad y se marchó a la Juventus por 10 millones), Seydou Keita (fichado del Lens por 4 millones y vendido al Barcelona por 10) o Dani Alves, otro negocio redondo: el Sevilla pagó menos de 900.000 euros al Bahía por el lateral, disfrutó durante seis temporadas de su fútbol y el pasado año acordó con el Barcelona un traspaso que, entre fijos y variables, ya le ha reportado 30 millones.

Un verano diferente

Una dinámica que se ha visto interrumpida este verano, en el que, por primera vez en algún tiempo, el club ha gastado más de lo que ha ingresado. Considerablemente más, tras los 25 millones que ha invertido en los fichajes de Didier Zokora y Álvaro Negredo.

Si el resultado de este cambio -teniendo en cuenta que el bloque que tan buen rendimiento ofreció la pasada temporada apenas ha sufrido bajas, pero también que en el fútbol no siempre funcionan las matemática- es un Sevilla más fuerte que el del pasado año, la Liga puede tener una alternativa.

De momento, al equipo de Manolo Jiménez no le van mal las cosas. Tras su tropiezo inicial en Valencia ha sumado tres victorias consecutivas, lo que le ha situado ya en el tercer puesto de la clasificación. Precisamente uno por encima del Athletic, al que sólo supera por golaverage.

Si su visita a San Mamés puede considerarse un examen similar al que superaran los rojiblancos la semana pasada frente al Villarreal, otro tanto puede decirse del equipo andaluz. La Catedral, con el Athletic en un buen momento pese al tropiezo del Tenerife, y con el recuerdo de lo sucedido el pasado mes de marzo todavía caliente, bien puede servir de piedra de toque para las aspiraciones del Sevilla.