ZINEMALDIA
A la búsqueda del cuerpo de un guerrillero y de la hija adoptada por extranjeros
El catalán Isaki Lacuesta sitúa «Los condenados» en la excavación clandestina de una fosa común en Latinoamérica. No lo hace para hablar de la memoria histórica, sino de las marcas del pasado en el presente y para reflexionar sobre la legitimidad de la lucha armada. Con «I came from Busan», el norcoreano Jeon Soo-il cerró las películas a concurso de la Sección Oficial.
Itziar AMESTOY | DONOSTIA
Con las dos películas que se proyectaron ayer, «Los condenados» ,del catalán Isaki Lacuesta, y «I came from Busan», del surcoreano Jeon Soo-il, se cerró la competición de la Sección Oficial de esta 57 edición del Festival de Cine de Donostia. Por delante aún queda que Rodrigo García presente hoy «Mother and child», protagonizada por Naomi Watts. Así se cerrarán los nueve días de cine que ha traído esta edición.
La jornada de ayer trajo dos historias de búsquedas, aunque de carácter muy diferente. Si el director de Girona plantea la búsqueda en la selva del cuerpo de un antiguo guerrillero, el norcoreano aborda la adopción de niños por parte de extranjeros, aunque desde la perspectiva de la madre que, sin poder borrar el recuerdo de su hija, intenta encontrarla.
Lacuesta llegó a Donostia con su primera incursión en la ficción bajo el brazo. A sus espaldas tiene dos documentales de creación, el primero «Cravan vs Cravan», en el 2002, sobre el poeta y boxeador Arthur Cravan, y un segundo más exitoso, en el 2006, «La leyenda del tiempo», un trabajo a dos voces con Camarón como eje común. Con este perfil, intentó abordar el tema de las excavaciones clandestinas de fosas comunes con otro documental. Para ello, visitó una en Catalunya. Tenía claro que quería hablar sobre la legitimidad de la lucha armada, el conflicto interno que puede plantear, a la vez que quería reflejar la confrontación del pasado con el presente, siempre desde este último tiempo. «Son temas difíciles de abordar con un documental, la ficción me permitía explicarlo de forma más clara», comentó ayer en el encuentro con la prensa posterior a la proyección, en la que recibió unos moderados aplausos.
Lapso de treinya años
El resultado de este proceso, «Los condenados», cuenta cómo dos antiguos guerrilleros, encarnados por Daniel Fanego y Arturo Goetz, se reencuentran después de treinta años en una excavación ilegal, en la que buscan el cuerpo de un compañero. Secretos escondidos durante demasiado tiempo irán floreciendo a la largo de la película. El acento argentino de los actores, los paisajes rodados en la selva en Perú, el clima general lleva a suponer que se sitúa en Argentina. Aun así, el director explicó que se ha evitado, intencionadamente, la mención a ningún país ni a ningún grupo armado -únicamente se nombra a ETA en una discusión sobre la vigencia de las guerrillas latinoamericanas-. «Contextualizarlo en un lugar concreto da pie a pensar que es un trabajo sobre ese conflicto», justificó. Su intención era reflexionar sobre la legitimidad de la lucha armada y de cómo ha cambiado la forma de verlo en las últimas tres décadas. De hecho, la decisión de situarlo en algún lugar de Sudamérica y no en Catalunya era para incluir ese «lapso temporal» que está marcado, en la película, por la desaparición, que aunque no se trata directamente está presente en varias ocasiones.
El catalán ha querido huir, asimismo, de que su visión sobre una excavación clandestina se una al debate actual sobre la memoria histórica. «La película va sobre el presente, sobre cómo cambia la manera de relacionarnos con el futuro». Así, hace coincidir en la historia del cuerpo que buscan en la excavación a tres generaciones con visiones muy distintas sobre lo que fue y lo que debe ser la lucha. También deliberadamente, se ha evitado todo uso de flashback, al tratarse de un recurso para mostrar el pasado, ya que la historia quiere hablar del presente. «Quería que el pasado se viera reflejado en sus cuerpos, en sus rostros y en los vacíos que se crean en sus palabras», explicó.
Estreno polémico
A pesar de que no centre en un país concreto y que es exportable a otros lugares, Argentina acogerá uno de los estrenos más polémicos. «Aunque con miedo, creo que hay que empezar a correr velos», defendió Arturo Goetz, mientras que Daniel Fanego se alegraba que las discusiones sobre el tema de la película que tuvieron en el rodaje fueron tomando «cuerpo dramático» y entrelazándose con el proyecto.
La segunda película introdujo el tema de la adopción por parte de extranjeros. Llegó desde Corea del Sur, es decir, desde el otro punto de vista del que suele conocer Occidente en lo que a la temática respecta. «I Came from Busan»es el séptimo trabajo de Jeon Soo-il. Aunque es uno de los directores norcoreanos con más proyección internacional, no gustó en la proyección matinal del Kursaal, según desvelaban los tímidos silbidos con los que fue acogida.
La película habla sobre una joven que vive en Busan y que, al ser menor de edad, tiene un hijo que decide dar en adopción. Con el paso del tiempo, una serie de situaciones que presencia y sus recuerdos del orfanato le lanzan a la búsqueda de su hija. Ni la estricta compañía que gestionó la adopción, ni la distancia que le separa del Estado francés donde vive la familia adoptiva le impedirán encontrar a su hija.
El tema es una de las problemáticas que vive Corea, «con más de 2.000 huérfanos adoptados en el extranjero», tal y como recordó el director. Aun así, fue una vivencia personal suya la que se removía en su interior. No ha podido olvidar cuando, en un viaje que hizo a Europa para estudiar, acompañó a un niño que, al llegar al aeropuerto y ver a sus padres adoptivos, se aferró a su mano.
El director ha escogido el título «I came from Busan» para su distribución en Occidente. Aun así, el original es «Yeong-do Da-ri», que se podría traducir como puente Yeong-do. Se trata del primer puente elevadizo de Corea, donde se reencontraron muchas familias después de la guerra civil. Además, se sitúa en Busan, su ciudad natal, «con lo que era una localización perfecta».
Soo-Il sigue buscando la proyección internacional que ha conseguido gracias a su estilo, muy alejado del habitual en Corea. De momento, todos sus trabajos han sido presentados y premiados en festivales internacionales. Con la competición cerrada, sólo queda esperar a que esta tarde se desvele el palmarés de esta edición.
La fosa común se sitúa en una selva donde luchó en su día una guerrilla. La ausencia de menciones a un país concreto o grupo armado pretende incidir en la universalidad de la situación.
En un principio, Gilliam pensó «en dejarlo todo», pero finalmente el equipo técnico le convenció, aunque todavía se pregunta «cómo habría terminado la película si Heath no hubiera muerto».
Después de ocho años, el mes que viene retomará el rodaje «The man who killed Don Quixote»: «Johnny Depp no participará porque está ocupado, tanteé a Javier Bardem para uno de los personajes y no puede, y necesito una Penélope Cruz mucho más joven», declaró.
Cuando se cumplen cuarenta años de la fundación de Monty Python, aseguró que «mantenemos el mismo sentido del humor y el mismo espíritu, incluso somos más amigos que antes».
Gilliam tiene muy claro que su cine no huye de la realidad, sino que la distorsiona, cree que sus películas, «como el buen vino, ganan con el tiempo», aunque reconoció la dificultad para financiarlas.