«Ankara no sabe qué hacer con los kurdos y nos tira migajas para acallarnos»
Director de cine kurdo
Tras recibir el pasado sábado en Zinemaldia el Premio de la Juventud por su película «Mîn Dit» («Los niños de Diyarbakir»), el joven director kurdo afincado en Berlín detalla para GARA los pormenores del rodaje de su película y comparte su visión sobre los hasta ahora infructuosos acercamientos entre Ankara y los kurdos del norte.
Karlos ZURUTUZA | DONOSTIA
«Mîn dit» («Los niños de Diyarbakir») es su primer largometraje. ¿Cuáles son las motivaciones que han surgido tras este proyecto?
Dediqué tres años de mi vida a una película que nunca fue estrenada, lo cual me produjo una gran frustración. Mi familia llegó a Alemania cuando yo tenía nueve años y hoy vivo en el barrio berlinés de Kreuzberg, un lugar que cuenta con una importante comunidad kurda. Si eres kurdo y creces en una familia comprometida con la causa como la mía, el conflicto resulta siempre un tema recurrente en casa. Crecí escuchando todas aquellas terribles historias sobre los peores años de la guerra en los 80 y los 90 y sentía la necesidad de hacer algo al respecto. Pero no quería escribir una historia desde Berlín, quería volver a Kurdistán, investigar por mi cuenta y realizar mi trabajo desde allí mismo.
Entre otras muchas denuncias, su película refleja, casi de forma documental, la muerte de periodistas, como los del periódico en lengua kurda «Azadiya Welat», a manos de la Policía turca. ¿Le ha puesto trabas el Gobierno turco a la hora de emprender este proyecto?
Cuando presentamos el proyecto para conseguir el permiso de Ankara para rodar, tuvimos que eliminar algunas escenas del script, como aquella en la que la Policía secreta asesina a un periodista y su mujer. La historia la «vendimos» como lo que es en realidad: la visión del conflicto kurdo desde los ojos de unos niños de Diyarbakir. Son víctimas y espectadores imparciales de una situación que no han provocado, pero que marca dramáticamente sus vidas. En cualquier caso, la película no denuncia tanto la situación política como el clima de violencia que inunda las calles de Diyarbakir, así como del resto de Kurdistán Norte.
Un proyecto de esta envergadura necesariamente ha de tener un coste económico muy elevado. ¿Cómo se ha financiado?
Mi madre se encargó de ello, podríamos decir que ha sido la productora de la película. Hizo una colecta entre la comunidad kurda de Alemania y Kurdistán Norte y cada uno contribuyó de acuerdo a sus posibilidades. A los seis meses contábamos con cerca de 80.000 euros, así que nos pusimos en marcha. El susto llegó cuando, a las dos semanas de rodaje, nos quedamos sin nada. Afortunadamente, todo el mundo estaba muy implicado en el proyecto y decidimos seguir adelante. Mi tío pagó las facturas de los hoteles y madre vendió la casa. Los actores me dijeron que estaban dispuestos a acabar la película y cobrar sólo si ésta obtenía beneficios. He tenido mucha suerte porque ninguno de los que me ha prestado dinero me lo reclama.
¿Cree usted que «Mîn dit» se podrá proyectar algún día en Turquía?
Sorprendentemente, la película ha sido aceptada en el Festival de Cine de Antalya y me han dicho que la van a proyectar el próximo 15 de octubre... No es la mejor de las sesiones, pero su sola inclusión no deja de ser una sorpresa en un festival tan conservador como el de Antalya. Sea como fuere, es una ciudad en la que viven miles de kurdos, por lo que estoy seguro de que la sala se llenará.
¿Se trata de otro «gesto» de cara a la galería, o ve usted un interés real por parte de Ankara de abordar definitivamente la cuestión kurda?
Turquía es el país de las mil esperanzas y otras tantas decepciones. Está claro que hay gestos como el que acabo de mencionar o, muchísimo más importante, el de sentar a miembros de la red Ergenekon en el banquillo, algo inimaginable hasta hace muy poco. Por una parte, creo que nadie duda de que hoy, en otoño de 2009, los kurdos de Turquía atraviesan el momento más cercano a la solución del conflicto. Pero, al mismo tiempo, se dan situaciones tan paradójicas y contradictorias como que el Gobierno financie un canal en lengua kurda y censure al mismo tiempo las comparecencias en kurdo televisadas en directo desde el Parlamento de Ankara. Y no olvidemos que las detenciones se siguen sucediendo casi a diario. Ankara no sabe cómo abordar la cuestión kurda y nos tira migajas para ver si nos callamos. Personalmente creo que Turquía sigue sin tener un interés real en democratizar el país en un futuro.
«La historia la `vendimos' como lo que es verdaderamente en realidad: la visión del conflicto kurdo desde los ojos de unos niños de Diyarbakir»
«Para financiar la película, mi tío pagó las facturas y mi madre vendió su casa; he tenido suerte porque ninguno de los que me prestó dinero me lo reclama»