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Francisco Larrauri Psicólogo

Lo inútil de ilegalizar a Etxerat

De la persecución de que es objeto la asociación y de la lucha que lleva a término contra el alejamiento y la incomunicación que les quieren imponer por la fuerza a sus familiares surge la fuerza de la comunicación que nosotros también necesitamos

Actualmente la cárcel es el lugar que permite la aplicación de castigos especiales y donde el aislamiento no necesita justificarse con un objetivo presuntamente terapéutico. Caducados todos los plazos y todas las técnicas para conquistar Euskal Herria, el régimen no precisa apelar al efecto pedagógico rehabilitador con los presos políticos vascos ni se ve en la necesidad de autolegitimar su sistema carcelario, porque para preservar la unidad vale todo. Y lo consiguen «politizando» a su medida el tratamiento para alargar condenas con sus correspondientes servidores apostando por la lógica de la venganza, con la aplicación de las penas degradantes del destierro y el dictado de una ley del cumplimiento de condena con imposición retroactiva para todos, pero exclusiva de facto para los presos políticos vascos. Acto malévolo de venganza que marca la esencia del estado español respecto a los derechos individuales de los presos vascos que ya han cumplido las tres cuartas partes de la condena.

Esta realidad que sitúa a los presos vascos y sus familias fuera del derecho vigente es en la que está inmersa toda Euskal Herria estos días. Y como la resistencia y la solidaridad frente a esta realidad, más propia de un «Directorio General de Presidios del Reino», son grandes, el Gobierno de Patxi López y Rodolfo Ares tiene la necesidad, a pesar del desprecio que muestran hacia los argumentos legales, de un sistema de justificación en que se destapa la memoria exclusivamente de una parte de las víctimas. Este pretendido respeto manipulado políticamente y que en definitiva no justifica nada, porque los derechos humanos han de ser inviolables (libertad de manifestación y asociación, etc.), transporta a los agentes de una memoria que debería ser creadora y reparadora a una campaña con más víctimas si cabe, por sufrimiento, ansiedad y rencor. Mientras, se organiza un sentimiento popular que avisa de que la violencia del presidio no puede ser la base de ninguna relación social mejor.

Hasta aquí lo que podría ser una crónica veraniega de lo que ha estado haciendo el Gobierno de Patxi López. Y, en consecuencia, importantes instancias sociales, aterradas, han advertido sobre este abuso de la represión en forma de persecución y detenciones arbitrarias, que cuenta ya, sin ironía, con servidores públicos como inquisidores medievales que se apuntan con diligencia a la hoguera y a la tea.

Y en esto se descubre el intento de ilegalizar a Etxerat, que en sus travesía europeas ha desenmascarado la democracia del nacionalismo español y ha demostrado, poniendo como testigo la autoridad de la realidad, que la solidaridad que reciben convierte a los familiares y a los presos políticos en seres queridos, fuertes y resistentes. Como deseo sobrenatural, imposible de reprimir, luchan por compartir el presente y el futuro con sus hijos presos, deportados, exilados y refugiados, y en lugar de aplaudir a vehementes políticos, prefieren escuchar y empaparse de los mejores momentos de sus familiares como solución de futuro, porque tienen la certeza de que todos ellos forman parte del lenguaje de Euskal Herria. Rodolfo Ares, a quien sin disimulo le asquea la asociación de familiares de presos políticos vascos, ambiciona que no avancen más y lo que consigue es que no avancéis solos. Antes lo intentaron con vuestros allegados y ya se ha visto el fracaso después de veinte años de dispersión y alejamiento. De la persecución de que es objeto la asociación y de la lucha que lleva a término contra el alejamiento y la incomunicación que les quieren imponer por la fuerza a sus familiares surge la fuerza de la comunicación que nosotros también necesitamos y que os pedimos sea inagotable, porque lo que lleváis todos en el corazón es la naturaleza de Euskal Herria. Quienes apuestan por el aislamiento y la muerte psicológica mediante la crueldad mediática descubren con rabia que la soledad compartida procura una identidad también compartida que hace que las familias y presas y presos políticos vascos no estén, ni se sientan, aislados.

Una vez más el recurso de excluir, ahora lo llaman tolerancia cero -originales indicadores democráticos de la cuadrilla de Patxi López, Ares y Basagoiti-, está condenado a fracasar. Y a estas alturas del curso, después de emplearse a fondo en ilegalizaciones y tormentos, les fastidia ver que las presas y presos políticos vascos y parte de Euskal Herria siguen compartiendo lo esencial. ¿Y quién tiene la culpa de esto? ¡Etxerat! O sea que aplicando la moda con un lenguaje que se come la transición de un bocado y con la inestimable cooperación de la Audiencia, colocarán a todas las madres en las trincheras, y allí punto a punto, beso a beso, haciendo camino, ellas demostrarán que la solución para disgregar un grupo o colectivo no transita por la vía del endurecimiento en la ejecución penal. Sus hijos se lo han demostrado con la misma fortaleza desde el primer día. Quien legisló para poner años de alejamiento a la vida de sus padres paradójicamente consiguió que los padres pusieran más vida a todos los años de alejamiento, por tanto políticos con leyes perversas dieron vida y motivos para la creación de Etxerat, lo sabían, lo saben y lo temían y lo temen.

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