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Fede de los Ríos

¿Por qué toleramos el sufrimiento que nos infligen?

El Gobierno, preocupado por la infancia, va a prohibir la emisión «en abierto» de películas pornográficas. Aunque dejan en horario infantil, la misa de los domingos, el Diario de Patricia o de cómo hostias se llame, el fútbol y los telediarios

El amor, el trabajo y el conocimiento son los manantiales de nuestra vida. También deberían gobernarla». La sentencia se encuentra escrita en el inicio de «La función del orgasmo» (1927), ensayo del psicoanalista Wilhelm Reich, leído aquí con avidez en los círculos marxistas de los años setenta. En la actualidad los tres manantiales más bien parecieran los cauces secos que recorren el desierto de Gobi. Las tres expresiones que deberían procurar felicidad a los humanos, reducidas a mercancías gracias al sistema económico capitalista, se han visto convertidas en las tres principales fuentes de su sufrimiento.

El amor, oh la la l'amour. Con suerte un intercambio de fluidos corporales y de intereses donde prima el yo. Como parodiaba Pepe Rubianes «te quiero cariño pero más me quiero yo», «cuando dialogo con mi pareja, mientras hablo me interesa lo que digo». Aparte de la masturbación contra el otro, también disponemos de la masturbación individual mejorada, para los de imaginación pobre, por el invento de internet. El Gobierno, preocupado por la infancia, va a prohibir la emisión «en abierto» de películas pornográficas. Aunque dejan en horario infantil, la misa de los domingos, el Diario de Patricia o de cómo hostias se llame, el fútbol y los telediarios.

El trabajo. En la actualidad siempre bajo amenaza de despido, con chantaje permanente de inseguridad y del vértigo que produce la pérdida del medio para procurarse el sustento. Hipotecados como estamos, hasta nuestra alma pende de la fluctuación del Euribor. Despidos camuflados con falsas promesas de recolocación y de prestaciones sociales avalados por sindicatos que hace años vendieron al patrón su dignidad y la de los que dicen representar. Los políticos, unos artistas manipuladores de la amenaza de la precariedad con la que nos someten a los planes del capital. Todos vamos en el mismo barco, grita el almirante a marineros y grumetes. Si se hunde nos hundimos todos. Es necesario echar por la borda el exceso de peso de las mejoras sociales arrancadas durante años a base de lucha. Se impone una reducción de salarios, una intensificación de la producción y un despido más libre. Siempre tan libertarios nuestros empresarios. Si algunos marineros son arrojados durante la travesía, salvavidas de cuatrocientos euros mensuales; si es un oficial el que se apea antes de tiempo, flotador de tres millones al año. Así, dicen, salvaremos el barco en la tempestad de la crisis y llegaremos a buen puerto.

El conocimiento. Hace ya años convertido en técnica, reducido en la actualidad a tecnología. Ya lo dijo el ministro de turno, un socialista, «más ingeniería y menos filosofía» espetó el imbécil. Lo importante no es el porqué de las cosas sino que éstas funcionen. Que produzcan. Y lo que las gentes deben saber es adaptarse a los cambios, tener iniciativa, espíritu emprendedor, (I+D+I). Que no saber qué hacen de sus vidas les produce sufrimiento, pues que tomen antidepresivos y ansiolíticos, que le echen dos cojones y sigan produciendo. ¿Espabilaremos algún día?

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