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Koldo Campos Sagaseta Escritor

«Algo más que un sindicalista»

Me pregunto si «El País» ignora la presencia de «sesgos políticos» en las políticas sindicales de cualquier organización obrera o patronal, en el ideario de cualquier colectivo humano

Así titulaba ayer el periódico «El País», en su edición digital, la detención en Donostia, en la sede del sindicato LAB, entre otros independentistas vascos, del sindicalista Rafa Díez, del que agregaba en un antológico segundo titular: «Díez siempre ha dado un sesgo político a la actividad sindical vasca».

Como si la veracidad de una necedad tan manifiesta pudiera justificar la arbitraria privación de la libertad de nadie, «El País» descubría y revelaba que la «actividad sindical» de Díez tenía un «sesgo político».

Es más, abundaba en el reportaje al respecto, hacía ya años que la trayectoria del sindicalista vasco venía poniendo en evidencia esa incorregible tendencia por confundir su sindicalismo con sesgos políticos y, peor aún, lejos de enmendar tan perversa afición, Rafa Díez había seguido insistiendo en hacer discurrir su vida sindical por los sesgos políticos que, finalmente, lo han llevado a la cárcel, esfumándose de esta manera «la última tregua de la que disponía» y que, yo supongo, Rafa Díez ignoraba. Tampoco acierto a comprender qué tribunal o audiencia había venido dispensando «treguas» a Rafa Díez y si, en ese sentido, cuando hace cuatro años fue puesto en libertad por el juez Grande-Marlaska a las pocas horas de haber sido detenido, lo fue por falta de indicios, como supuestamente quedó demostrado, o por la aplicación de las graciosas «treguas» que ahora ha descubierto «El País».

Pero al margen de las oportunidades que según este periódico ha desperdiciado Rafa Díez, del que aventura, además, que va a seguir insistiendo en la unidad de la izquierda abertzale, con lo que, presumo, el sesgo político hasta coquetea con el sesgo delictivo, me pregunto si «El País» conoce a algún sindicalista ya no en el País Vasco, sino también en cualquier lugar del mundo, no importa la época y circunstancia, que ejerza como tal sin un «sesgo político» que determine su visión y ejercicio. Me pregunto si ese periódico ignora la presencia de «sesgos políticos» en las políticas sindicales de cualquier organización obrera o patronal, en el ideario de cualquier colectivo humano, de cualquier persona. Me pregunto si «El País» desconoce que toda actividad humana responde de una manera u otra a «sesgos políticos», y que cuanta más política es la actividad, y la sindical constituye un buen ejemplo, mayor va a ser el sesgo.

Claro que igual hay excepciones. Al fin y al cabo, si se puede matar en beneficio de la vida, si se puede hacer la guerra en nombre de la paz, si la tortura es una metodología informativa, si un desfile militar deslegitima la violencia, si se puede practicar el tiro al blanco con las fotografías de los presos, si a los derechos humanos hay que adjuntarles los permisos de rigor y es una patraña que desaparezca nadie, tampoco tendría por qué ser extraño que «El País», precisamente, sea el único medio de comunicación que disponga de analistas, articulistas y periodistas capaces de prescindir de sesgos políticos a la hora de informar y crear opinión; que «El País» sea el único medio de comunicación cuyos accionistas y dueños carecen de sesgos e intereses políticos al momento de vender una información tan aséptica e inmaculada como sus fortunas y ellos mismos.

A no ser que también «El País» sea algo más que un periódico. El problema es que ni las letrinas pueden prescindir de los sesgos políticos.

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