Hay peligros insospechados en la montaña, como en la vida por otra parte, y así la alpinista de Quebec, Sylvie Fréchette, cuenta lo sucedido en el collado sur del Everest, cuya cumbre consiguió luego pisar. Relata que «su sherpa» (siempre se habla al parecer de «mi sherpa» y «su sherpa» en las expediciones actuales) encendió el hornillo de gas y una bola de fuego se extendió por toda la tienda, de la cual consiguieron salir in extremis. El origen de dicho Poltergeist parece ser el conjunto de mascarilla y bombona de oxígeno, mal cerradas o con fugas. Por una vez la ética alpina y la seguridad van de la mano, ya que la tercera pata de la mesa, la economía (el precio), siempre ha ido en general emparejada con la sencillez. Hay que compadecerse de alguien y por eso, y para recoger fondos a favor de los «adultos en dificultades» –¿y quién de nosotros no lo es?– la propietaria de la cadena de delicatessen para gourmets Kings Fine Foods, la americana Laura King, va a ofrecer a mediados de octubre, si alguien no lo remedia, una cena de gala en el campo base del sufrido Everest. Estará elaborada por John Williams, antiguo chef del Ritz. Menú: taza de chocolate caliente Amadei, seguida de salmón ahumado escocés servido con huevos revueltos con mantequilla de trufa blanca y guarnición de caviar Beluga. Declara que si todo va bien, el año próximo ofrecerá el servicio en campos superiores, cuestión de batir el récord mundial de cena de lujo en altura. ¡Bon Dieu!