Escocia allana el camino del referéndum
El primer ministro de Escocia, Alex Salmond, renovó ayer su compromiso con la convocatoria de un referéndum en el que los escoceses puedan decidir la futura configuración política de su país. La formación a la que pertenece, el Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés), se muestra dispuesto a añadir una tercera opción a la consulta popular, de tal modo que los ciudadanos podrán optar entre reclamar la independencia, rechazarla o, también, inclinarse por una sustancial ampliación de las competencias que hasta ahora gestionan las autoridades escocesas, pero siempre bajo la soberanía de Gran Bretaña.
No pocos medios de comunicación, algunos de ellos radicados en el Estado español, se han apresurado a interpretar esta disposición como una rebaja en los planteamientos soberanistas del SNP. Y no cabe duda de que la inclusión de esta tercera vía algo tiene que ver con un intento del partido gobernante por conseguir el apoyo parlamentario suficiente (especialmente el de los liberales-demócratas) para poder llevar adelante la convocatoria, un apoyo del que a día de hoy no disponen. Pero de ahí a interpretar el nuevo planteamiento de la consulta como una cesión o una rebaja dista un trecho que sólo se puede recorrer desde un análisis interesado que no es difícil ubicar en la esfera política contraria a cualquier iniciativa relacionada con la autodeterminación de los pueblos.
Salmond lo ha dejado claro. Si sirve para allanar el camino, su formación política no se opondrá a incluir cualquier opción en las papeletas del referéndum, siempre y cuando ésta sea clara en el planteamiento, que no desvirtúe con vaguedades la esencia misma de la consulta. Y, por supuesto, siempre que junto a ella aparezca la posibilidad de optar por la independencia, alternativa que defiende sin ambages el partido que sostiene el Gobierno. En realidad, el SNP no modifica ni un ápice su principal compromiso con el país: otorgar la palabra al pueblo para que éste pueda expresarse sin limitaciones. Algo con lo que no todos, ni en Escocia ni en Europa, parecen dispuestos a comprometerse.