Con el resultado pendiendo de un hilo, la campaña electoral lo llena todo en la actualidad uruguaya. Los mítines, caravanas, repartos de listas, pintadas y pancartas se han adueñado totalmente del paisaje, los militantes más entusiastas despliegan sus banderas en coches y balcones, la publicidad en los medios es prácticamente monotema y resulta imposible quitarse de la cabeza las sintonías y eslóganes de los distintos candidatos. Todas estas acciones buscan movilizar a los activistas para que intensifiquen su labor de difusión, así como reforzar la decisión de quienes no están totalmente seguros y, sobre todo, captar los preciados votos de los indecisos, un porcentaje que ronda entre el 7 y el 10%.

En sus actos de cierre de campaña, el Frente Amplio (FA) ha incidido en los logros alcanzados durante su Gobierno: reapertura de industrias, aumento del 25% del presupuesto del gasto social, control de la inflación, descenso de la desocupación del 14 al 7,5%, recuperación salarial, 4,5% del PIB para la educación, Plan Ceibal (una computadora para cada estudiante), ampliación de la cobertura sanitaria, operaciones de cataratas gratis, aumento de las jubilaciones... En 2004, los hogares pobres ascendían a más del 50% y la indigencia estaba en el 15%, mientras que en el primer semestre de este año, los niveles son del 21,7% y 1,7%, respectivamente.

No obstante, estos avances sociales y la gran popularidad del presidente saliente (un 60%) no acaban de impulsar a Pepe Mújica. Hace dos semanas, su comité de campaña debió gestionar el terremoto que supuso la publicación de un libro de entrevistas en el que el candidato arremetía contra todo el mundo (Argentina, compañeros de partido...) y realizaba declaraciones bastante comprometidas, «estupideces», según las interpretó Tavaré Vázquez. La reacción del Frente: bajar el perfil del ex tupamaro y potenciar, aún más, la figura de Astori.

Como es de imaginar, blancos y colorados han aprovechado las meteduras de pata de Mújica y los desmarques de Tavaré, incidiendo además en sus mensajes populistas (lucha contra la inseguridad, eliminar el IRPF...) y en vagas promesas de honestidad. Sin embargo, las encuestas se mantienen invariables, a no ser por el significativo trasvase de votos de Luis Alberto Lacalle (blanco) a Pedro Bordaberry (colorado) y por la subida del Partido Independiente, que podría adjudicarse un senador. La cuarta formación en liza, la Asamblea Popular, es ninguneada por las encuestas (aparece en «otros», junto al voto en blanco o nulo) y, al parecer, lo tiene difícil para entrar en la Cámara de Diputados.

Escenarios posibles

Parece poco probable que el Frente Amplio logre la mayoría absoluta el 25 de octubre (las encuestan lo sitúan en un 44%), con lo que iríamos a un balotaje o segunda vuelta un mes después. Sobre el papel, ahí el Frente Amplio tendría que ganar siete puntos para obtener la Presidencia, frente a los 21 que necesitarían los blancos. No obstante, en noviembre gana el más votado y no hay que superar el 50% (también habrá votos blancos y nulos), con lo que la victoria de Mújica podría necesitar de un porcentaje algo menor de nuevos apoyos.

Sin embargo, el triunfo del FA en segunda vuelta dependería de varios factores, entre ellos los resultados que consiga el domingo, y no sólo respecto al número de votos, sino también al mensaje que envíe acerca de sus posibilidades de lograr la Presidencia. Igualmente influirán los errores y aciertos que los candidatos puedan cometer en la campaña por la segunda vuelta, así como el efecto político que consiga la previsible coalición entre blancos y colorados. De esta forma, el escenario de que Lacalle gane en noviembre no es el más probable, pero sí perfectamente posible.