Ni yo ni ustedes deben de entender por qué los mesías del gobierno socialista en las tierrras vascas ven tan necesarios los cambios en el ruedo mediático, si ellos ya tienen su prisa por ser y otras empresas públicas. ¿No les da la impresión de que no hay voluntad para aunar fuerzas, sino por hacerlas diezmar o adormecer? Los últimos y pre-cipotados acontecimientos permutadores en los informativos así lo demuestran. Después del 1 de marzo p.i. (post Ibarretxe), fuentes cristalinas avanzaron alguno de los rumores sobre los cambios que se daban como obvios en EITB. «Este será el momento de Ana Aizpiri», decían. La trayectoria profesional de la periodista es conocida por todos y está grabada en los archivos de Capuchinos para quien quiera constatarla. Es extensa, no en vano lleva tantos años dentro de los informativos como la propia EITB. Pero, por encima de este camino profesional, está el personal. Ése que desgraciadamente pesa muchísimo más que todo el esfuerzo que uno haga en pos de su trabajo. Porque en verdad les digo que no cabría aquí la lista de hombres y mujeres profesionales de EITB que han demostrado con creces su valía, sin detalles exógenos a su formación. Todos ellos con currículums profesionales sobresalientes, pero sin hitos personales del tamaño extrapolar político, por el que caritativamente se favorecen a unos sobre los otros. Es una manera de expiar culpas de nadie. De nadie de tu alrededor, por supuesto. Un tema tan delicado como extraer oro en Aranzazu. Así que iré a otro de los nombramientos. Begoña Zubieta es el otro nombre de la terna femenina que ha sido encargada de gobernar -editar, como eufemismo- los contenidos del Teleberri de noche a partir de hoy. Y, en este caso, lo mismo: no me creo que las razones para encumbrarla obedezcan a cuestiones profesionales. Ningún directivo de EITB, en su sano juicio, que haya visto los reportajes de Begoña Zubieta, en su propio juicio, puede argumentar la calidad de los mismos para justificar esta milagrosa ascensión. Así que, en este caso, sus pinitos extraprofesionales habrán tenido que influir sobremanera. Algo que prefiero no imaginar... como en el caso de Marisa Ozalla o Esther Udaondo.