La goleada que recibió el Real Madrid el pasado miércoles ante el modestísimo Alcorcón en Copa supuso una de las mayores vergüenzas históricas que ha sufrido el madridismo a lo largo de su historia.

Meses antes, en febrero, los blancos habían protagonizado otra debacle en Anfield, esta vez en Champions. Poco queda de aquel Madrid dirigido por Juande Ramos en el banco y Vicente Boluda en el palco. La galaxia de Florentino, la verborrea de Valdano, la pizarra de Pellegrini y los fichajes de CR9, Kaká, Xabi Alonso o Benzema habían renovado las ilusiones del conjunto blanco.

Con la moral por los suelos, las desavenencias han saltado a la luz, atenuadas por al último triunfo liguero frente al Getafe. Las derrotas en Sevilla y en casa ante el Milán habían encendido las alarmas, pero nadie se esperaba lo de la Copa. El presunto «vete a tomar por el culo» que le dijo Guti al míster durante el descanso de Alcorcón saltó a las portadas un día después. Las quinielas sobre un posible sustituto del chileno y el coste económico de ello también han salido a la luz.

En medio de un ambiente irrespirable, el Real Madrid se apresta a visitar a su peor verdugo continental, el Milan. Un conjunto que hizo añicos las ilusiones de la Quinta del Buitre por sumar la séptima Copa de Europa y que ridiculizó al conjunto blanco a finales de los ochenta.

La desgracia merengue cimentó la leyenda rossonera. De la mano de Arrigo Sacchi, el trío holandés formado por Rijkaard, Gullit y Van Basten, una defensa en zona y una concepción revolucionaria del fútbol, el conjunto lombardo marcó época. En abril de 1989, la semifinal entre ambos equipos iba a dirimir qué equipo se mediría al Steaua de Bucarest en la final, que se iba a disputar en el Camp Nou.

En la ida, los blancos consiguieron adelantarse gracias a un gol de Butragueño, pero Van Basten empató con un testarazo desde fuera del área. La vuelta se disputó el 19 de abril de 1989. El presidente Mendoza suspiraba por volver a levantar un cetro continental, tal y como había hecho un mes antes con el triunfo de su sección de basket ante el Snaidero Caserta. Fue el partido en el que Petrovic metió 62 puntos y en el que el también difunto Fernando Martín evidenció sus discrepancias públicas con el genio de Sibenik.

Ese título no era suficiente para Mendoza, faltaba la guinda del fútbol. La generación comandada por Butragueño, Michel, Martín Vázquez y Sanchís, bien secundada por los goles de Hugo Sánchez, necesitaba reinar en Europa. San Siro era el último peaje.

El partido se convirtió en la gran pesadilla blanca. El Milan humilló y ridiculizó al Real Madrid de una manera escandalosa. Una máquina de hacer fútbol pisoteó al Madrid y minimizó todos sus recursos. Ancelotti adelantó a los rossoneros, Rijkaard anotó el segundo, Gullit de cabeza hizo el tercero, Van Basten también consiguió su tanto y Donadoni cerró una goleada para la historia. La derrota supuso el final de una era.

El holandés Leo Beenhakker dejó el Madrid a la conclusión de la temporada. Y eso que concluyó el curso con los títulos de Liga y Copa bajo el brazo. Para sustituirle, Mendoza pensó en el realista Toshack, el rojiblanco Kendall y en Cantatore, entonces técnico del Valladolid. Finalmente, el elegido fue el galés.

Dos décadas después, en plena crisis y sin el concurso de Cristiano Ronaldo, el Madrid retorna a San Siro. No parece el mejor momento para hacerlo, ya que a los problemas blancos se une el resurgir lombardo. La cita, hoy a partir de las 20.45.