Anjel Ordóñez Periodista
Atención, que llega la Navidad
Fue Umberto Eco quien dijo que «La superstición trae mala suerte». Así, a vuela pluma, suena a contraditio in terminis, a paradoja sin solución, porque la superstición está en la esencia misma de la mala suerte, y de la buena, claro. Sin embargo, si alguien sabe lo que se dice, ése tiene que ser un semiólogo, ¿no? Y es que la frase lleva escondido entre líneas un malvado mecanismo de autodestrucción que nos explota en las narices a poco que ponemos las neuronas a trabajar. Hagan la prueba. Pues eso, que los hay que andan como locos comprando décimos de lotería de Navidad en lugares donde se han lamentado tragedias a lo largo de este año que ya se va agotando. Como Eco, pienso que creer en estupideces nos convierte en estúpidos. Pero es que, además, este caso tiene algo de carroñero y pútrido, de mezquino y rastrero. Intentar sacar provecho pecuniario del mal ajeno debería aparecer tipificado como execrable delito en el Código Penal, en las Tablas de Moisés o donde sea ¿no creen?
Antes de seguir, debo reconocer que compro lotería. Eso no me honra, desde luego. Pero el miedo es libre y, aunque trato de escapar, el pánico me paraliza, me clava al suelo y no me deja reaccionar. El miedo, y también un soplo de envidia, que en eso se basa el éxito de la lotería. Porque si no me toca a mí, vale, pase, pero si les toca a todos menos a mí... eso ya es otra forma de capar curas (con perdón). No quiero excusarme, pero no me cabe duda de que una cosa es claudicar ante mis fantasmas y dejarme arrastrar por las participaciones de todo el censo tabernario de mi pueblo y otra perseguir al calvo del anuncio (QEPD) hasta las mismas puertas del infierno. Digo yo.
Por cierto, parece que este año la retransmisión de la ceremonia está en el alero, porque la nueva Ley Audiovisual española establece con claridad que la emisión de rifas, sorteos y tómbolas debe realizarse fuera de los horarios de protección infantil. De madrugada, vamos. Así que prepárense para una Navidad de lo más inusual: cambiamos el cansino sonsonete de los niños de San Ildefonso en TVE por el mensaje cantarín de paz, amor y Constitución del Borbón en ETB. ¡Aleluya!